2/10/2021

LUNES DE POESÍA: RAÚL HENAO. POR JUAN MANUEL ROCA.

 

 

LUNES DE POESÍA.

 
RAÚL HENAO, ENTRE EL CARNAVAL Y LA CUARESMA (Cali, 1944)
 
Con Raúl Henao nos volvemos a encontrar con uno de esos poetas que quiebran la tradición local de tintes costumbristas y de venias a España. Él se inserta en una más alta tradición, que en el resto de América Latina tuvo más interés que en Colombia: el surrealismo.
Este movimiento que cambió de manera radical la visión del arte y que fundó una formidable utopía desde la segunda década del siglo XX en Francia y Europa en general, apenas asomaría su sol de manera pálida en nuestro medio, pues ni siquiera Luis Vidales, al que equivocadamente el crítico Andrés Holguín señala como surrealista, lo era en verdad.
Esos acentos -para algunos tardíos- se los debemos en buena parte al reconocimiento que de esa estética hicieran poetas como Fernando Charry Lara y, solo más tarde y de manera más explícita con el festejo que le brindaran algunos de los poetas nadaístas. 
 
Raúl Henao se inserta sin dudas en ese vértigo extraordinario y libérrimo. Si a un poeta colombiano le cabe bien, repito, como anillo al dedo, esa profesión de fe en ese credo, es a este autor de cerca de diez libros, una obra considerable y sin igual que se inició en 1973 con “Combate del carnaval y la cuaresma”, un libro que circuló entre pequeños grupos de amigos y lectores.
En un texto-prólogo de Pablo Montoya a la reedición de “Sol negro”, éste afirma: “quienes estaban cansados de la retóricas tipleras, del nihilismo de viñeta nadaísta y las trovas de los arrieros entendieron la nueva voz. Y supieron que un camino más estético y audaz, más peligroso y profundo, era posible entre nosotros”.
 
Tuve el privilegio de acompañar, al tiempo con el primer libro de José Manuel Arango, el festejo de “Combate del carnaval y la cuaresma” (1973). No entraré a discutir con quienes dicen que su mejor libro es “El virrey de los espejos” (1996). Pero sí quiero señalar por que me resulta emblemático su primer libro. Y para esto vuelvo a mirar el cuadro del pintor flamenco Brueghel el viejo, que le dio título a su ópera prima.
 
En el espléndido óleo de Brueghel hay una escena ruidosa –es asombroso cómo pudo hacer un cuadro que proyecta los sonidos del mundo-, en el que, entre tantas figuras sorprendentes y tan abigarrados grupos humanos, hay dos construcciones en sus extremos.
 
Al costado izquierdo del óleo pintado sobre tabla hay una especie de taberna –la noche medieval siempre acogió a los tabernícolas, a los hombres de las tabernas- o una especie de burdel para el goce del cuerpo, y al extremo derecho una iglesia sin duda para el recogimiento y la oración.Es un fresco de las batallas entre el paganismo y la cristiandad.
 
Entre lo propio del carnaval -el festejo y la risa- y lo propio de la cuaresma, la devoción, Henao construye una poesía que mezcla por momentos el baile y la fe, entre una posada ruidosa o un silencioso reclinatorio. Y lo hace con maestría.
 
Es el de Brueghel el viejo un retrato colectivo de la edad media. Al detallarlo en su barroquismo podemos ver, entre otras figuras que parecen provenir del sueño, un hombrecito sentado en un tonel. Tiene puesto como sombrero, como un gorro de loco, un pastel. Es una imagen que bien podría estar en un poema de Raúl Henao.
 
Su poesía no se parece a la de nadie en Colombia. Del surtidor de imágenes de Henao siempre me quedan sonando algunas que son el documento de una poesía de gran poder imaginativo: “los espejos mienten para volver a mirarse en nuestros ojos”, “las más bellas palabras fueron dichas por tartamudos”, “los años pasaban en zancos por la soleadas calles de la ciudad”, “vendrán hombres andando en las cuatro patas del deber” (“Militares”).
Hay una imagen que al leerla antes de la explicación que hace el propio Henao tiene el acento irónico de toda su obra: “vendrán hombres que antes de la guerra aprueban una nueva ley de protección a los canarios”. 
 
Luego, cuando explica que el conde Keyserling revela que la primera ley firmada por Adolfo Hitler fue la de protección a los canarios, lo que parecía propia de su febril imaginación, se nos viene encima con su carga de absurda obscenidad. ¡Cuánta ironía! El bárbaro nazi empezó protegiendo pajaritos antes de asesinar a miles de judíos.
 
Este es un poema representativo de la obra de Henao:
 
EL TIEMPO.
 
Uno de tus días
(Dios se apiade de ti)
Hallarás de todos modos a aquel viejo de aspecto
estúpido
Que no se ha sacudido el polvo de encima en muchos
años
Gritando y blasfemando como en una taberna
Sentado ante una mesa con tablero de chaquete
y dados
Que como no tardas en advertirlo juega con su mano
izquierda contra su mano derecha
Y te asegura que –por todos los demonios- siempre
pierde
Y apostando tres veces a su mano izquierda gana
tres veces la derecha
Hasta que no dudas más de su palabra y te sientas
a su mesa de juego
Con la certeza de que jamás perderás frente
a semejante adversario
Olvidando que cada mano a su turno, ganará para
él lo que la otra ha perdido. 
 
 
Raúl Henao en sus propias palabras:
 
Mi primera vocación fue la pintura (…) de haber perseverado en ella me hubiera ahorrado el trato con “la canalla literaria”.
 
(En "Galería de espejos", Alfaguara 2012).
 
Pintura: "Combate del Carnaval y la cuaresma" de Peter Brueghel el Viejo, también titulado "Don Carnal y doña Cuaresma" (1559).
 
 

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