1/22/2019

Mujeres Poetas de la I Guerra Mundial

VERSOS RESCATADOS:

Relegadas a un segundo plano pero determinantes en esa época de conflicto, El Desvelo Ediciones reúne en Nada tan amargo seis voces poéticas de mujer que forman parte de una generación olvidada que se enfrentó al horror de la Primera Guerra Mundial con su ejemplo y sus escritos.


POR ANDRÉS SEOANE | 

May Wedderburn Cannan (tercera por la derecha) junto a varias compañeras enfermeras durante la Primera Guerra Mundial



Pero nunca se nos ocurriría pensar que al mismo tiempo y surgidas del mismo clima y las mismas vivencias, toda una generación de mujeres dejaba constancia en su obra de todo lo que pensaba, sentía y temía. Aquellas mujeres que se quedaron mayoritariamente en segunda línea preguntándose qué sería de sus vidas y de las de sus hijos. Porque como es sabido, las mujeres desempeñaron un importante papel durante la contienda, ocupadas además de en el frente, en cubrir los vacíos puestos de trabajo dejados por los hombres, y sus vidas se vieron también irrevocablemente alteradas para siempre. Pero ¿dónde están esas voces? ¿Existieron mujeres poetas de la guerra?

A esta pregunta responde la antología Nada tan amargo (El Desvelo), que con el fin de dinamitar el evidente desinterés hacia estas autoras británicas que ha perdurado durante todo el siglo XX reúne aquí, en edición bilingüe a cargo de la traductora y antóloga Eva Gallud, los poemas escritos por seis de estas mujeres: Vera Brittain, Rose Macaulay, S. Gertrude Ford, Jessie Pope, Margaret Sackville y May Wedderburn Cannan. Sus versos, surgidos de experiencias personales, conforman un muestrario de estados de ánimo que abarcan desde la pena, la repulsión, el horror o el odio hasta el amor o la compasión. Éstas son sus voces.

Quizá la más famosa de todas estas mujeres poetas sea Vera Brittain (1893-1970). Escritora y periodista de profundas convicciones feministas y pacifistas, estudió Literatura inglesa en el Somerville College de Oxford, pero abandonó temporalmente sus estudios para trabajar como enfermera del Destacamento de Ayuda Voluntaria (VAD) durante la Primera Guerra Mundial, experiencia que le llevaría a escribir poemas como "Quizás", dedicado al soldado R.A.L., muerto a causa de sus heridas en Francia:




Quizá algún día el sol vuelva a brillar

y veré que el cielo sigue siendo azul,
y sentiré una vez más que no vivo en vano
aunque sea despojada de ti.

[...]
Pero aunque el amable Tiempo renueve ciertos gozos
el más grande de ellos no sentiré de nuevo
pues mi corazón se quebró
hace largo tiempo al perderte.

Vera Brittain en su uniforme del VAD en 1915


Su gran éxito de ventas, Testament of Youth de 1933, llevada al cine en 2014 con Alicia Vikander como protagonista, relata sus experiencias durante el conflicto y el comienzo de su evolución hacia el pacifismo, e inicia una trilogía autobiográfica que completaría con Testament of Friendship y Testament of Experience. En 1937 se unió a la Peace Pledge Union y su activismo pacifista pasó a un primer plano durante la Segunda Guerra Mundial, formando parte del Servicio Civil de Defensa.

En el mismo Destacamento de Ayuda Voluntaria sirvió también durante la guerra la poeta y novelista May Wedderburn Cannan (1893-1973), que también participó en tareas para el Servicio de Inteligencia. Tras el conflicto, trabajó durante algunos años para la Oxford University Press y fue ayudante de biblioteca en el Athenaeum Club de Londres. Cannan publicó tres volúmenes de poesía durante y después de la guerra: In War Time (1917), The Splendid Days (1919) y The House of Hope (1923), y en 1934 escribió la novela The Lonely Generation. Aunque nunca dejó de escribir mantuvo durante años un silencio editorial que rompió al final de su vida con la autobiografía Grey Ghosts and Voices (1976).

Especialmente conocidos en esos años de comienzos de siglo, fueron los versos de la poeta, escritora y periodista Jessie Pope (1868-1941), que publicó durante la Gran Guerra multitud de poemas patrióticos de motivación, que vieron la luz originalmente en The Daily Mail. En la memoria popular pervivió largos años el estribillo de "Marchando hacia Alemania":


Durante la contienda, Pope llegó a publicar tres volúmenes de poemas: Jessie Pope's War Poems (1915), More War Poems (1915) and Simple Rhymes for Stirring Times (1916) y después del conflicto, continuó escribiendo: una novela corta, libros para niños y poemas, muchos de los cuales continuaron la temática bélica reflexionando sobre la guerra y sus secuelas.

Rose Macaulay en 1925


De entre esta selección que propone Nada tan amargo, destaca a nivel literario Rose Macaulay (1889-1958), hija de G. C. Macaulay, erudito y profesor de Cambridge, llegó a estudiar en Oxford, pero pasó casi toda su infancia en Italia. Prominente escritora, poeta y ensayista, ganó varios premios literarios importantes, publicó más de 26 novelas además de numerosos ensayos, y perteneció al grupo de Bloomsbury junto a Virginia Woolf. Activa feminista desde joven, durante la Primera Guerra Mundial, Macaulay trabajó en el departamento de propaganda británico después de un tiempo como enfermera y, más tarde, en la Oficina de Guerra. Posteriormente fue nombrada Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico (DBE) el 31 de diciembre de 1957.

En muchos de sus poemas reflexionaba sobre la dispar suerte de ambos sexos, muy crítica con el papel secundario que todavía ostentaba la mujer en una sociedad con ecos de la época victoriana. Así lo hace en el final de "Lo que muchas hermanas les dicen a sus hermanos", donde escribe:

Oh, eres tú el afortunado, allá entre sangre y mugre:
naciste bajo la buena estrella.
Todo lo que soñamos, tú y yo, puedes ir y hacerlo de verdad,
y yo no puedo, tal y como están las cosas.
Estás sentado en una trinchera, mientras yo estoy tejiendo
un inútil calcetín que nunca se acaba.
Bueno, es la suerte, querido; y tú la tienes, no hay miedo;
pero para mí... una guerra es poco divertida.


Una de las consecuencias de la guerra fue elinminar paulatinamente las barreras sociales todavía muy rígidas antes del conflicto. Representante en esta antología del estamento nobiliario es Margaret Sackville (1881-1963), hija menor de Reginald Windsor Sackville, séptimo conde de Warr y prima segunda de la conocida escritora y biógrafa Vita Sackville-West. Comenzó a escribir poesía a edad temprana y publicó sus poemas en numerosísimas publicaciones periódicas, entre ellas The English Review y The Spectator.

Lady Margaret Sackville retratada por el pintor George Henry


También fue la primera presidenta de la Poetry Society, fundada en 1912 e ingresaría más tarde en la Royal Academy of Literature de Edimburgo. Al estallar la Primera Guerra Mundial, se unió al grupo de presión antibelicista Unión de Control Democrático, y en 1916 publicó The Pageant of War una antología de sus poemas sobre el conflicto donde renegaba de la guerra interpelando a los combatientes por sus motivaciones, como hace en los primeros versos del poema "¿Quo vaditis?".

"¿Adónde vais,
pálida fila de hombres rotos?"
¿Cómo saberlo?
A morir. Si pudiéramos morir dos veces, moriríamos de nuevo.


Cierra este sexteto de poetas recuperadas la también periodista y sufragista S. Gertrude Ford, apasionada feminista que trabajó sin descanso por la causa femenina en todos los frente imaginables. Sus poemas aparecieron en resvistas como Poetry y Poetry Review, y su primer libro de versos, Sung by the Way, se publicó en 1905. Posteriormente escribió varios volúmenes de poesía patriótica durante la Primera Guerra Mundial: Poems of War and Peace (1915), A Crown of Amaranth (con Erskine Macdonald, 1915), Our Heroes (1916) y A Fight to a Finish (1917). En sus versos destaca la preocupación por los sentimientos de la mujer, en especial las familiares de los soldados y muy en concreto, las madres, a quienes dedica bellos versos en poemas como "El corazón de una madre":

¿Acaso vacilaron o les dolió
este séptuplo golpe?
No era más que el corazón de una mujer
lo que tomaron y rompieron.





Vera Mary Brittain

Quizás

(A R.A.L. Muerto a causa de sus heridas en Francia, 23 de diciembre de 1915)

Quizá algún día el sol vuelva a brillar
y veré que el cielo sigue siendo azul,
y sentiré una vez más que no vivo en vano
aunque sea despojada de ti.

Quizá los prados dorados a mis pies
harán agradables las horas de sol primaveral
y me parecerán dulces las blancas flores de mayo
aunque te hayas ido.

Quizá los bosques de estío resplandezcan,
las rosas rojas sean hermosas de nuevo
y una delicia los otoñales campos de cosecha,
aunque tú no estés aquí.

Quizá algún día no me encoja de dolor
al ver pasar el año que termina
y escuche de nuevo villancicos
aunque tú no puedas oírlos.

Pero aunque el amable Tiempo renueve ciertos gozos
el más grande de ellos no sentiré de nuevo
pues mi corazón se quebró
hace largo tiempo al perderte.

Primer Hospital General de Londres, febrero de 1916.


May Wedderburn Cannan

París, 11 de noviembre de 1918

Por los bulevares pasaba la multitud
los gritos y los cantos se apagaron
y en el silencio elevamos nuestros brindis,
los corazones levantados hacia el momento, el Día:
-el Rey, el Ejército, la Marina, los Aliados,
Inglaterra, la Victoria-.
Entonces te volviste a mí con voz baja
(las mesas eran un zumbido festivo)
"Tengo un brindis para los dos", dijiste
y susurraste: "Por los ausentes" y bebimos
por nuestros muertos no olvidados.
Pero vi al Amor pasar los años solo,
y cuando bebí, las lágrimas habían salado el vino.


Jessie Pope

Chicas de la guerra

Está la chica que pica tu billete de tren
y la que dirige el ascensor de piso en piso,
está la chica que reparte leche bajo la lluvia,
y la que trae los pedidos hasta tu puerta.
Fuertes, sensatas, preparadas,
están ahí fuera para mostrar su valor
y hacer su trabajo con energía y destreza.
Ya no están enjauladas o encerradas,
van a seguir tirando del carro
hasta que los chicos de caqui regresen marchando.

Está la chica que conduce un gran camión,
está la carnicera que te trae tu pieza de carne,
está la chica que grita "¡Billetes, por favor!" como un hombre
y la que silba a un taxi por la calle.
Bajo cada uniforme
late un blando y amable corazón,
aunque no les falta astucia de madre sagaz.
Pero es esta una solemne declaración:
no tienen tiempo para el amor y los besos
hasta que los chicos de caqui regresen marchando.


Rose Macaulay

Lo que muchas hermanas les dicen a sus hermanos

Cuando hacíamos batallas (en la Navidad lluviosa)
con soldados repartidos en tropas por el suelo,
disparaba tan directo como tú, mis derrotas fueron
tantas como mis victorias, o más.
Y cuando en batalla naval, en medio del ruido del cañón,
las flotas se encontraban en la bañera,
mis cruceros eran tan delgados, mis acorazados tan sombríos,
mis submarinos recortaban raudos el camino.
O, cuando llovía demasiado tiempo, y la fuerza del fuerte
surgía e irrumpía con golpes,
yo estaba tan en forma y tan dispuesta, mis puños golpeaban limpiamente,
tu ojo morado hacía juego con mi nariz sangrante.
¿Hubo alguna riña o estratagema en la que tú, el chico,
pudiera mejorarme? No escalabas más alto,
ni montabas más recto, ni corrías tan rápido (y fumar te hacía vomitar)
...Pero yo estoy aquí sentada y tú bajo el fuego enemigo.

Oh, eres tú el afortunado, allá entre sangre y mugre:
naciste bajo la buena estrella.

Todo lo que soñamos, tú y yo, puedes ir y hacerlo de verdad,
y yo no puedo, tal y como están las cosas.
Estás sentado en una trinchera, mientras yo estoy tejiendo
un inútil calcetín que nunca se acaba.
Bueno, es la suerte, querido; y tú la tienes, no hay miedo;
pero para mí... una guerra es poco divertida.


Margaret Sackville

¿Quo vaditis?

"¿Adónde vais,
pálida fila de hombres rotos?"
¿Cómo saberlo?
A morir. Si pudiéramos morir dos veces, moriríamos de nuevo.

"¿Por qué?" La llamada
de una voz extraña, ¿era de muerte o nacimiento?
Vinieron a nosotros,
a todos nosotros, los hombres de toda la tierra.

"¿Y con qué fin?"
No preguntamos, pero vemos
la misma luz que se enciende en nuestro amigo
brillar en el rostro de nuestro adversario.

"¡La misma luz, la misma maldición!
¿Y con qué propósito?" Yacemos
en lo profundo de un mismo útero,
los muertos, los muertos juntos en un solo sueño.


S. Gertrude Ford

El corazón de una madre

No era más que el corazón de una madre
atrapado entre las ruedas de la refriega:
los señores de la guerra supieron, desde el principio,
que las ruedas llegarían lejos.

Sabían que molerían y aplastarían;
lo sabían, pero ¿qué les importaba?
Los señores de la guerra tienen medios para acallar
lo que dicen sus mujeres.

Así que los muchachos se fueron, ni maldijeron
esto que los reyes habían hecho:
siete valientes muchachos, al principio.
Ahora, ni uno.

¿Cuánto tiempo lloró la madre?
Frenética, ella murió a su vez.
¿Y entonces qué? "Las mujeres valen poco"
dijeron los señores de la guerra.

¿Acaso vacilaron o les dolió
este séptuplo golpe?
No era más que el corazón de una mujer
lo que tomaron y rompieron.
 
 

Proyecciones De Escritoras Suicidas


Una enloquecida aventura interior, montaje ideado y dirigido por Sheyla Niño, revive en el Kamikaze a Anne Sexton, Storni, Violeta Parra, Woolf, Pizarnik y Sylvia Plath. Juntas en un psiquiátrico encontrarán por fin su liberación.


POR ALBERTO OJEDA

Aldana Herrera Möller en una enloquecida aventura interior. Foto: Nacho Laseca


El suicidio suele orlar la trayectoria de un artista con una mística trágica pero atractiva. Esa fuga radical suscita el morbo, la curiosidad y, acaso, la identificación. Pero según Sheyla Niño, impulsora e ‘ideóloga' de la dramaturgia de Una enloquecida aventura interior, que se estrena el próximo miércoles 26 en el Teatro Kamikaze, también en esta coyuntura las mujeres han sido relegadas a una posición secundaria. “La obra de Pavese, Mishima, John Kennedy Toole, entre otros, no se ha visto empañada por su muerte o al menos no se ha convertido en el hecho más relevante”, afirma a El Cultural. Algo que a su juicio sí ha ocurrido con las escritoras que revive en su obra: Violeta Parra, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath, Alfonsina Storni, Anne Sexton y Virginia Woolf. “Los artículos sobre ellas suelen estar más enfocados a buscar la poesía en su suicidio que en detenerse a leer la literatura que dejaron escrita”.


La obra de Pavese, Mishima y John Kennedy Toole no se empañó por su suicidio. La de ellas sí", dice Sheyla Niño:
La puesta en escena es diáfana hasta el extremo. Hay solo un sillón y las ventanas del ambigú del teatro evidencian el encierro. Es un espacio anclado en rutinas inanes que van transformando a sus moradoras en amebas carentes de voluntad. Pero al compartir sus vivencias desencadenan la catarsis y la redención. “Van manifestando pinceladas de su vida, ya que viajamos del presente-real a un mundo paralelo, ya sea pasado, imaginado o anhelado. A medida que se van ‘desnudando', van entendiendo lo que tienen que ver las unas con otras y realizan un viaje desde la anulación, desde la pérdida de la identidad, hasta la liberación de ser ellas mismas y volver a crear”.



La maternidad, el sexo y la creatividad artística son los temas capitales de esta vindicación escénica. “Hay algo fundamental: lo brillantes que son todas y, a la vez, lo poco que se las lee a algunas”. Niño se refiere sobre todo a Sexton, Storni (“más conocida por la canción de Mercedes Sosa que por su propia obra”) y Violeta Parra (“se la conoce como cantante pero muchos creen incluso que Gracias a la vida es una composición de su hermano Nicanor”). En su montaje las recluye en una especie de institución psiquiátrica, una decisión que alude, claro, a los trastornos mentales que padecieron muchas de ellas. Tratados, por cierto, con métodos agresivos y pedestres. Y también al aislamiento que el entorno social de su época procuró a su hipersensibilidad. Aplicaron un cordón sanitario contra su ‘locura'.