Una enloquecida aventura interior, montaje ideado y dirigido por Sheyla Niño, revive en el Kamikaze a Anne Sexton, Storni, Violeta Parra, Woolf, Pizarnik y Sylvia Plath. Juntas en un psiquiátrico encontrarán por fin su liberación.
Aldana Herrera Möller en una enloquecida aventura interior. Foto: Nacho Laseca
La obra de Pavese, Mishima y John Kennedy Toole no se empañó por su suicidio. La de ellas sí", dice Sheyla Niño:
La puesta en escena es diáfana hasta el extremo. Hay solo un sillón y
las ventanas del ambigú del teatro evidencian el encierro. Es un espacio
anclado en rutinas inanes que van transformando a sus moradoras en amebas carentes de voluntad.
Pero al compartir sus vivencias desencadenan la catarsis y la
redención. “Van manifestando pinceladas de su vida, ya que viajamos del
presente-real a un mundo paralelo, ya sea pasado, imaginado o anhelado. A
medida que se van ‘desnudando', van entendiendo lo que tienen que ver
las unas con otras y realizan un viaje desde la anulación, desde la pérdida de la identidad, hasta la liberación de ser ellas mismas y volver a crear”.La maternidad, el sexo y la creatividad artística son los temas capitales de esta vindicación escénica. “Hay algo fundamental: lo brillantes que son todas y, a la vez, lo poco que se las lee a algunas”. Niño se refiere sobre todo a Sexton, Storni (“más conocida por la canción de Mercedes Sosa que por su propia obra”) y Violeta Parra (“se la conoce como cantante pero muchos creen incluso que Gracias a la vida es una composición de su hermano Nicanor”). En su montaje las recluye en una especie de institución psiquiátrica, una decisión que alude, claro, a los trastornos mentales que padecieron muchas de ellas. Tratados, por cierto, con métodos agresivos y pedestres. Y también al aislamiento que el entorno social de su época procuró a su hipersensibilidad. Aplicaron un cordón sanitario contra su ‘locura'.
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