7/20/2016

LA MUJER Y LA CASA / JOSÉ LEZAMA LIMA (José Maria Ruiz)





Hervías la leche
y seguías las aromosas costumbres del café.
Recorrías la casa
con una medida sin desperdicios.
Cada minucia un sacramento,
como una ofrenda al peso de la noche.
Todas tus horas están justificadas
al pasar del comedor a la sala,
donde están los retratos
que gustan de tus comentarios.
Fijas la ley de todos los días
y el ave dominical se entreabre
con los colores del fuego
y las espumas del puchero.
Cuando se rompe un vaso,
es tu risa la que tintinea.
El centro de la casa
vuela como el punto en la línea.
En tus pesadillas
llueve interminablemente
sobre la colección de matas
enanas y el flamboyán subterráneo.
Si te atolondraras,
el firmamento roto
en lanzas de mármol,
se echaría sobre nosotros.

Detrás del metafórico lenguaje de J.L.L. pueden encontrarse, sin buscar demasiado, mil interpretaciones a cada una de sus figuras, pero todas te llevan específicamente al hogar y en él a la mujer; supongo que su madre, la que a la muerte temprana de su padre, debió convertirse en figura única de culto para él.

¿Quién más que una mujer y madre tiene la paciencia milimétrica para recorrer una casa detalle a  detalle y dejar cada cosa en sus sitio y cada sitio con el primor y la belleza que lo hagan agradable a la vista y a la vida?
Un café lo bebes delicioso en cualquier lado; cafetín, cantina, ventorrillo callejero; pero un café preparado por tu madre tiene un sabor a felicidad, a seguridad, a la certeza de su sonrisa. El sabor no importa si viene de las manos amorosas de tu madre, porque siempre será grandioso.

Atreverse a desobedecer sus normas tiene consecuencias que solo los tontos no ven y aunque amorosa, de seguro el ser reconvenido por ella, equivale a unos cientos de años en el purgatorio o en el mejor de los casos a unas horas sin su sonrisa maternal.

El Poeta, a fin de cuentas mago, sabe que ella, su madre, también es un ser humano que sufre y se asusta, por lo que con su palabra, encuentra cómo ayudarle, halagarla; porque a fin de cuentas, el beneficiario de su amorosa estabilidad es él.

Sabe también el Poeta que si por cualquier error de apreciación llegara a maltratar, a hacer sufrir a esa mujer, su madre; todo se le vendría encima sin remedio y
 “el firmamento roto
en lanzas de mármol,
se echaría sobre nosotros”


José M Ruiz P.


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