Corporación que estudia e indaga diversos escritores de las letras y la poesía.
Dirigido por el poeta y ensayista Raúl Hénao.
Informes: tallermecaliteratura@gmail.com
Para borrar tu nombre, ardiente cuerpo que en la tierra aguardas como un dios el olvido, aquí te nombro, límite de una vida, aquí, preciso cuerpo que ardió. No tumba: tierra libre.
Dejad al paso la mirada lenta, la que una piedra dura os reclamara, o la que pide un árbol sin sus pájaros, casto en la noche, en su velar desnudo.
Nunca el rumor de un río aquí se escuche. En la profunda tierra el muerto vive como absoluta tierra. Pasa, humano: no sonarán tus pasos en un pecho.
Para hablar de Gonzalo Marquéz, sería preciso incendiar las palabras, para quitarles su luz inquisitoria. En él, habita cierta filosofía no hermenéutica, despojada de cadáveres exegéticos, dando en el blanco de las heridas, en los presagios de la metáfora desconocida. Nos encontramos en su obra, el agobio permanente, el desnudo de sombras que se pierden, por donde solo transitan los fantasmas embriagados de preguntas. "¿ Aún, podremos salvarnos?"
Fabio Werther.
Acá presentamos un aparte de su trabajo, con el poema: ¿QUIÉN DIJO QUE MORIR ERA VIAJAR?
Tiende el oído y óyeme esta canción que es como semilla de estaciones Que es como la casa de verano donde me crece la mano de un niño, y el alma de empujones a la orilla, y es como la piel del alma - no se siente- Entraremos de pronto en el verano como árboles Vegetalmente abiertos de oído y de polvo, porque todo fluye hacia el arribo, asciende el vientre a capital de fruto y el aire hacia ecuación de golondrina. ¡Brotes sacramentales de la hierva! Oh dádivas subiendo de la entraña, suma de transitados alimentos! Y a la altura del pecho y la labranza semilla de silencio y luz desierta. Todo regresa hasta su forma exacta. La vid retoma su ambición pequeña de ser del todo, vegetal profundo, recóndito edificio y luz abierta.
Sorprende que la poeta costarricense
Eunice Odio (San José 1919-México ,1974 ) señalada por del poeta chileno
Humberto Díaz Casanueva como “uno de los más puros, más trascendentales
talentos poéticos de mujer de la América Latina” y su libro, El
Tránsito de Fuego, como “una de las obras poéticas más vastas de
América, una enciclopedia de hechicería lúcida” Sea, al momento
presente, tan patéticamente desconocida en el ámbito latinoamericano como lo
fuera en vida. Otras poetas, en sus comienzos
desconocidas y poco leídas en sus respectivos países,como Olga Orozco,
Alejandra Pizarnik ,Marosa di Giorgio o Blanca Varela, han ido ganando
lentamente el favor de los lectores de poesía y su obra
circula actualmente en México, Argentina, Perú o Venezuela…pero que
sepamos, Eunice en el lapso de tiempo transcurrido desde su muerte, hace
exactamente 37 años, sólo cuenta con una reediciónde su obra completa,
que no corresponde a la importancia y el fervor rayano en el culto,
que goza entre una elite escogida y difícil, que no ignora que la poetisa
costarricense encarna, a la par quizás de Sor Juana Inés de la
Cruz, el modelo o arquetipo mágico-religioso de verdadera MUSA o poetisa
inspirada, de la que nos habla Robert Graves en su estudio monumental sobre el
mito poético: “La mujer que se interesa por la
poesía debería en mi opinión ser una Musa silenciosa e inspirar a los poetas
con su presencia femenina (…) o bien debería ser la Musa en un sentido
completo: debería ser por turnos Arianrhod, Blodeuwedd y la vieja cerda de Manawr que devora a sus
lechones y debería escribir, en cada uno de esos aspectos, con autoridad
antigua. Debería ser la luna visible, imparcial, amorosa, severa y juiciosa” (La Diosa Blanca. Editorial
Losada. Buenos Aires, Página 580) En un documento excepcional
sobre su vida titulado Eunice Odio/Antología que aparte de su poesía
incluye una selección –expurgada es cierto- de la “correspondencia” que
la escritora sostuviera desde México con el poeta venezolano Juan Liscano,
autor y editor del libro; se transparenta de manera explícita su “alta
calidad estética y humana” (Pedro Guillén) su “ser amoroso”(José
León Sánchez, su ”ternura ilimitada” (Otto Raúl González) su extrañeza
y singularidad que la distingue entre otras muchas poetas de lengua española
“Eunice no era de este mundo”(Juan Bañuelos)…Hasta el punto de merecer el
dictamen siguiente de uno de los poetas actuales más importantes de su país de
origen: “Su obra pertenece desde siempre
a nuestra cultura por derecho propio. Por vocación creativa sus poemas,
cuentos, ensayos son patrimonio estimable de nuestra literatura. De allí
venimos quienes pergeñamos un poema o escribimos un texto. Son parte
fundamental de nuestra historia literaria aunque no se conozcan o no se
critiquen o no se lean en nuestras universidades y colegios” (Alfonso Chase, Nuestra Eunice, Territorio del
alba y otros poemas. Página 247) Pero aunque en la publicación
antológica atrás mencionada, que incluye poemas de su primer libro Los
Elementos Terrestres (Premio Centroamericano de Poesía.Guatemala,1947) de Territorio
del alba, de El Tránsito de Fuego y la correspondencia
con Liscano, puede corroborarse la atmósfera supernaturalista que rodeaba su
vida cotidiana, también se hace evidente su extrema pobreza
material, la soledad abrumadora a la que la redujera su temperamento soberbio e
independiente, ajeno al oportunismo arribista, que suele caracterizar a los
círculos intelectuales latinoamericanos; a su “apartamiento absoluto” de la
política de izquierda en la que había militado en su juventud durante su
estadía en El salvador, Guatemala y México, ahora subordinada a los intereses
pro-soviéticos del estalinismo internacional, y del movimiento feminista que
sólo busca la igualdad laboral y política con el hombre, cuando ella
reivindicaba la “diferencia” de asumirse como mujer total, consciente de la
importancia que esto reviste en el contexto de una cultura tradicional o
ancestral. Su obra misma, que se inicia como
un cántico erótico-espiritual, cercano al Cantar de los Cantares salomónico o al Cántico
Espiritual de San Juan de la Cruz, donde se celebra por igual el cuerpo y
el espíritu en un sentido que rebasa la concepción dualista judeocristinana occidental,
toma en la madurez un rumbo polifónico y dramático que nos recuerda el elevado
lirismo del teatro griego antiguo, o los dramas poético- metafísicos de T.S.
Eliot o Paul Claudel…A la par que conjuga en sus metáforas e imágenes poéticas la
revelación y la invención surrealista y creacionista, lo que en ocasiones la
vuelve difícil para la generalidad de los lectores modernos, incapaces de
seguirla en ese camino trazado por el ejercicio de lo que ella llamara “el
intelecto activo” aquel que reviste la agudeza de un cuchillo o el filo de
una navaja y donde “la abstracción” - al decir de Humberto Díaz
Casanueva- “no se resuelven en formulaciones intelectuales sino en
prefiguraciones míticas”.
Hay en ella, por otra parte, la
afinidad electiva de adentrarse en aquellos senderos perdidos en el emblemático
“bosque de símbolos” del que nos hablara Baudelaire y que la emparenta
con poetas como Blake, Novalis, Nerval, Rimbaud, Yeats, Breton, Lubicz Milosz o
Pessoa, que a menudo transitan las vías de lo oculto o esotérico. Pero no será
el vínculo que la relaciona con la “doctrina secreta” de la enigmática
Madame Blavatsky lo que la separe de los lectores modernos, sino la
naturaleza auroral, resplandeciente (o resplandiciente, al decir de ella
misma) luminosa, angélica de su obra
poética… más cercana a la experiencia del nacimiento (¿de una nueva era o
edad de oro?) que de la muerte y la decadencia que se avisora en todo el ámbito de la cultura global
actual.