7/20/2016

LOS HONGOS Y LA EXPERIENCIA VISIONARIA. Por Raúl Henao.

LOS HONGOS Y LA EXPERIENCIA VISIONARIA
Selección de textos y poemas:
Raúl Henao.

ENTREVISIONES DEL PARAÍSO



ENTREVISIONES DEL PARAÍSO
Una mañana de mayo de 1979, en compañía de el hamaquero, enigmático personaje de la ciudad de Medellín, mezcla curiosa de artesano, estudiante, aventurero , místico, vagabundo, hombre de letras, etcétera; esa clase de personajes que hoy en día sólo encontramos en la provincia apartada de los grandes centros urbanos, emprendí una larga caminata por las afueras de la ciudad en busca de la amanita muscaria, el hermosísimo hongo púrpura, jaspeado de blanco, que encontrara Alicia en el País de las Maravillas y que siguiendo las singulares instrucciones de la oruga del narguile, producía el efecto extraordinario de aumentar o reducir desproporcionadamente la estatura del que lo comiera en una mínima parte.
Muy pronto nos internamos en un sombreado y profundo bosque de pinos, reserva forestal de alguna compañía maderera de la región, y no tardamos en contemplar
en toda su singular, exótica belleza, al objeto de nuestra búsqueda. Nos hicimos a una buena provisión de él y regresamos a la casa del hamaquero, situada en El Picacho, una de las siete colinas que se levantan alrededor de la ciudad. Ese mismo día al caer la tarde, maceramos una prudente cantidad del hongo alucinógeno y lo bebimos mezclado con leche y panela -a falta de miel de abejas- tal como lo indica cierta receta consignada en Los Vedas para la ingestión del soma, la bebida sagrada de los brahmanes de la india antigua.
Los efectos no tardaron en producirse. El hamaquero sintió el deseo urgente de salir de la habitación en penumbra donde acababamos de tomar el hongo y se dirigió al corredor de la casa campesina. Yo caminé al baño. Me había sentido mareado y pensé que el hongo me haría vomitar pero no fue así. Salí de la casa y me dirigí al sitio donde se encontraba el hamaquero…Tuve entonces conciencia de que escuchaba de manera desacostumbrada y asombrosamente nítida todos los sonidos y las voces que hasta esa altura llegaban de la ciudad, resplandeciendo a la distancia en la falsa pedrería de las primeras luces del anochecer.
-Es como si estuviera allá abajo, en alguna de esas casas lejanas escuchando la conversación de un vecino…Creo que el hongo comienza a hacerme efecto.
–Me dije en voz alta… en un eco de mis propios pensamientos.
Entonces el hamaquero que inicialmente parecía compartir conmigo la misma, insólita experiencia auditiva, comenzó a sentirse mal y doblándose repentinamente en arcadas se deshizo en un mar de vómito…
Por mi parte no tardé en sucumbir a una relampagueante perdida de conciencia. Mi propio yo había de pronto desaparecido. Cuando volví en mí, sentí un pánico inenarrable y comencé a correr alocadamente por la casa buscando agua para empaparme completamente en ella y conseguir, de ese modo, algún dominio sobre la situación, tal como aconsejan hacerlo algunos brujos y chamanes, familiarizados con semejante experiencia. Desafortunadamente en la pileta no quedaba una sola gota de agua. Abrí la llave del grifo: ¡NADA! (en medio de la confusión olvidé que cada noche el hamaquero acostumbraba cerrar la llave del tanque de agua en la parte trasera de la casa). Desesperado volví a la habitación donde habíamos tomado la bebida alucinógena y me tendí sobre la estera, en la oscuridad, resignado tal vez a una muerte segura (El lector no debe olvidar que para el común de la gente la amanita muscaria comparte la mala fama de aquellos hongos venenosos y de efectos mortales, como sucede con la amanita phalloides o la amanita virosa, por ejemplo)
Fue en esa parte donde emprendí el más extraordinario viaje –literalmente un viaje por el otro mundo- del que hubiera tenido noticia con anterioridad. En primer lugar descendí a un pozo profundo (¿la tumba? ¿el sepulcro?)…el peculiar olor de la tierra húmeda me rodeaba por todas partes. Pensé condolido en mi propia muerte. En el miedo y la incertidumbre que sobrecogerían al hamaquero al encontrar mi cadáver la mañana siguiente.
Este pensamiento me impulsó a levantarme haciendo acopio de fuerzas, y me dirigí tambaleando a la habitación vecina donde se hallaba el hamaquero. Lo vi tendido en el piso en un charco de vómito, pero, curiosamente, su estado no me pareció de gravedad. Regresé a mi habitación y a mi vez caí sobre el piso, incapaz de un solo movimiento. Toda mi vida retrocedía como las escenas de una película y comencé a vivir otras vidas inimaginables…Era como si reviviera vidas pasadas o ajenas, como si alguien hubiera enchufado a la pantalla de mi mente el software de cada una de mis células conteniendo toda la información genética y las imágenes vívidas de mis antepasados… Si, viajaba por otras vidas, otros mundos, me encontraba exactamente en el bardo, ese estado que describen con lujo de detalles terribles, las páginas crepusculares del Libro Tibetano de los Muertos.
Esta experiencia del vuelo mágico y la resurrección, indecible en la medida en que las palabras no terminan por perseguirla, acosarla, merodearla como una jauría acezante a su presa fugitiva, la sobrecogedora presa del sinsentido… Es la misma que intenté comunicar –sin lograrlo por supuesto- en un poemita de mi libro El dado virgen…Y la traigo a cuento porque puede inscribirse en un orden de ideas semejantes al que se despliega como un laberinto memorioso en la obra del poeta y escritor inglés Robert Graves. Para la fecha yo conocía su obra cumbre La diosa blanca…donde Edipo vuelve a descifrar los acertijos de la esfinge y Merlín por un momento consigue escapar de la cárcel del poema en el que lo hechizara Viviana…La bruja de la montaña, la diosa blanca, el eterno femenino.
Ya en ese hermoso libro Graves había mostrado claramente el papel esencial que a través de los tiempos jugaron ciertos alucinógenos en los antiguos cultos y religiones de la naturaleza, hasta el punto de identificar –anticipandose al célebre etnomicólogo norteamericano Gordon Wasson, su amigo personal- el enigmático Soma de los Vedas, el Nectar y la Ambrosía de los griegos, el Maná de los hebreos del Sinaí y otros pueblos semitas… bajo la encarnación exótica, edénica del hongo rojo, la amanita matamoscas o falsa oronja, crecida a la sombra de los bosques de abedules y pinos en amplias zonas del globo terrestre…Brebaje que proporcionaba a los brujos y poetas de todos los tiempos la inspiración y la embriaguez del paraíso perdido.
Ahora con la publicación del conjunto de ensayos reunidos bajo el título de Los dos nacimientos de Dionisos ( Seix Barral, Barcelona. España.1980) Robert Graves se constituye sin lugar a dudas, en la brújula que señala para algunos de sus lectores modernos –poetas en tiempos de penuria- la vuelta esperanzada a los orígenes de la poesía, el retorno a la magia y la experiencia visionaria implícitas en el mito poético. Porque contrariamente a lo que suelen pensar algunos diletantes actuales de la poesía, ésta siempre trasciende el juego verbal y entraña –por el contrario- una experiencia extática e intemporal, donde el hombre, el poeta, cesa de sentirse separado del insondable universo que le rodea. Esta gozosa certidumbre es la que trae a nuestros aciagos días Robert Graves…Él retoma el hilo de Ariadna de lo maravilloso para conducirnos de nuevo al corazón laberíntico del mito poético en cuyo ruedo de sangrante arena el minotauro racionalista nos ofrece su fiesta brava, su última tarde de toros, traspasado por la espada amorosa de la poesía.
A partir de entonces el pentagrama y el sello salomónico nos revelan su escondrijo o secreto: la resurrección de la carne y las bodas místicas, en las que toda sabiduría reside en la indulgencia y el ilimitado amor de la mujer. Los hombres aprenden de nuevo las reglas del cortejo amoroso de la danza y el canto de los pájaros. Los derviches giran
-a imitación de los astros y planetas- sobre los cuadros blancos y negros de su ajedrez adivinatorio. En la cima del monte Sión, en un ala del templo de Asera, la gran diosa cananea, Salomón compone nuevamente El cantar de los cantares, para nuestros profanos oídos modernos.
El genio arrebata a los poetas a través del techo del mundo, en una quinta dimensión, donde el pasado y el futuro se confunden en el presente, el eterno presente de la inspiración lírica y erótica. Entre tanto, asistimos a las rondas báquicas de Dionisos-Tlaloc: un macho cabrío o un sapo vestido de obispo, como en el sabath de las brujas, que conduce del brazo a las vírgenes locas hasta el círculo mágico del baile y la embriaguez .Tras el ágape del pan y el vino viene luego la ingestión de la carne de Dios celebrada en los misterios Isíacos y Eleusinos y en las cofradías secretas de Mayas y Aztecas. El resultado último de dicho ágape parece ser una prolongada visión del paraíso: Visión o vivencia que prescriben, como promesa a alcanzar, todos los cultos y religiones antiguos.
Difiero, sin embargo, de Robert Graves que insiste en el estado de gracia necesario para merecer el paraíso… ¿Por qué el cielo y no el infierno? Su idea del paraíso me parece en ocasiones contaminada por un vestigio de la ética puritana de su país de origen, ya que olvida que habitualmente sus muchos caminos pasan necesariamente por el infierno o la muerte…Y esta última –hasta nueva orden- continuará siendo el maestro, el gurú de la humanidad. Por supuesto, hablo de la muerte que sirve a la llama de la vida: su inextinguible esplendor.
RAÚL HENAO.

LA AMBROSÍA DE DIONISIO Y SEMELE
Pequeño niño esbelto cabeza de sapo
Para quien los siglos y las lenguas son como un juego de dados,
Sonríeme donde hechizado me pierdo
Ahíto de tu carne amarga
Borracho con el arrullo de tu virgen madre.
Pequeño niño esbelto nacido del relámpago,
Gran maestro de los magos:
Cuando los piratas te robaron en Icaria
La hiedra salvaje se apoderó del aparejo
Cada remo se transformó en serpiente, las panteras tomaron la popa,
Una enredadera gigante brotó de la cruz del mástil
¡Y cayó al mar la tripulación con el rostro pálido!
¡Guíanos con tu canción alta reina de la tierra!
Mellizo del dios, sigo amistosamente
A través de un primer limbo de arco iris tejido en blanco,
A través de las frías grutas del Tirreno, bajo el agua,
Donde los delfines se revuelcan entre piedras de mármol,
A través de selvas de luz-espada, inquietos enredos,
A través de pasillos de miedo techados con pesadillas,
A través de cámaras de tesoros centelleantes tapiadas de granate,
A través de cúpulas sostenidas por desnudas cariátides,
Y al fin subo alado hacia el aire puro
Mirando con ojo regal hacia los cinco huertos frutales del Eliseo,
Con perfecto entendimiento de todo saber.
ROBERT GRAVES

AMANITA MUSCARIA
En el bosque de pinos
Un cielo alado
Revoloteaba en torno
Al caminante
Sobre el piso de rojiza
Viruta invernal
Bebía un vino oscuro
Y resplandeciente
Pócima paradisíaca
O infernal
Guarda el velado
Secreto de la identidad.
¿Soy yo ese que vuelve
de entre los muertos?
Apenas el borroso recuerdo
De otras vidas
Tan ciertas como la presente.
Ah, el peso insoportable
Del cuerpo, frío quemante.
Afuera amanece.
BOSQUE DE ENERO
“Todo arde en el circo
Que estalla en risas”
( Pierre Reverdy)
¡Asechanza del vuelo.
Camino de las nubes!
En el bosque milenario
El riachuelo parecía
Robarnos el rostro
en el agua
de su espejo.
Mil diablos de color
Bailaban a cada mirada.
Buscábamos un pájaro
Embrujado.
Más tarde, en el camino
De montaña,
fuimos hojas
secas al viento.
Reímos como payasos
En el circo luminoso
De la eternidad.
***
PAÍS DE NUBES
En el país de nubes
El viento arrastra
a mi lado
la dulzona música
de una armónica invisible.
Música de miriñaques
que espanta
La más leve pisada
Entre las hojas del bosque.
En el camino de mariposas
Risas paradisíacas.
Luz y sombra:
Espantapájaros
de la humanidad.

RAÚL HENAO (Cali, Colombia 1944)
ELOGIO DE LOS ALUCINÓGENOS
Del hongo stropharia y su herida mortal
derivó mi alma una locura alucinada
de entregarle a mis palabras de siempre
todo el sentido decisivo de la plena vida
Decir mi soledad y sus motivos sin amargura
Acercarme a esa mula vieja de mi angustia
y sacarle de la boca todo el fervor posible
toda su babaza y estrangularla lenta
con poemas anudados por la desolación
De la interminable edad adolescente
otorgada por la cannabis sativa diré
un elogio diferente Su mal es menos bello
Pero hay imágenes en mi escritura
que volvieron gracias a su embrujo enfermizo
Ciertos amores regresaron investidos de fulgor
eterno Algunos pasajes de mi niñez volcaron
su intacta lumbre en el papel Desengaños
de siempre me mostraron sus vísceras
Hay quien confía para la vida en el arte
en la frialdad inteligente de sus razonamientos
Yo voy de lágrima en lágrima prosternado
Acumulando sílabas dolorosas que no nieguen
la risa Que la reafirmen en su cierta posibilidad
de descanso del alma No de su letargo
Voy de hospital en cárcel en conocidos inhóspitos
como ellos Almas con cara de hipodérmica
y lecho de caridad Entregándole mi compañía
a cambio de un hueso infame de alimento
Toda esa gran vida a los alucinógenos debo
La delicadeza de un alma no está casi
en los que se apropia Sino en el desprecio de ese estorbo
sangriento cual banquete de Tiestes
que la opulencia inconsciente ofrece vana y fútil.
RAÚL GÓMEZ JATTIN (Cartagena, Colombia. 1945-1997))

MARÍA SABINA
En una de sus entrevistas con Álvaro Estrada, MARÍA SABINA GARCÍA (Huautla de Jiménez, Oaxaca, 1894-1985) dijo esto en prosa, es decir, no en verso y en el ámbito de una charla de confidencias que no estaba bajo el influjo de los hongos: "Conozco el lugar de la muerte, porque he llegado ahí. Es un lugar en el que no hay ruido, porque el ruido, por mínimo que fuere, molesta. En la paz de ese reino, veo a Benito Juárez".
Soy una mujer que llora
Soy una mujer que habla
Soy una mujer que da la vida
Soy una mujer que golpea
Soy una mujer espíritu
Soy una mujer que grita
(…)
Soy Jesucristo
Soy San Pedro
Soy un santo
Soy una santa
Soy una mujer del aire
Soy una mujer de luz
Soy una mujer pura
Soy una mujer muñeca
Soy una mujer reloj
Soy una mujer pájaro
Soy la mujer Jesús
Soy el corazón de Cristo
Soy el corazón de la Virgen
Soy el corazón de Nuestro Padre
Soy el corazón del Padre
Soy la mujer que espera
Soy la mujer que se esfuerza
Soy la mujer de la victoria
Soy la mujer del pensamiento
Soy la mujer creadora
Soy la mujer doctora
Soy la mujer luna
Soy la mujer interprete
Soy la mujer estrella
Soy la mujer cielo.
(…)
Ven santo
Ven santa
Vengan trece diablos
Vengan trece muchachas diablas
Vengan trece muchachos de la escuela del agua
Que el diablo no perturbe
Que vengan trece santas
Que vengan trece niñas
Que vengan trece niños
De la escuela por el agua
Flores que limpian mientras ando
Agua que limpia mientras ando
Flores que limpian
Agua que limpia
Porque no tengo saliva
Porque no tengo basura
Porque no tengo polvo
Porque él no tiene
Lo que está en el aire
Porque esta es la obra de los santos
No hay brujería
No hay lucha
No hay cólera
Nada escupido
Ninguna mentira
No tengo oídos
No tengo pezones
Tierra fría
Nuestra tierra de nieblas
Soy conocida en el cielo
Dios me conoce
Todavía hay santos
Oye luna
Oye mujer cruz del sur
Oye estrella de la mañana
Ven
Como podremos descansar
Estamos fatigados
Aún no llega el día.
“Maria Sabina no es precisamente seria sino grave y digna, como son casi siempre los indios. A pesar de que el auge de los hongos ha determinado la aparición de charlatanes sin escrúpulos, de los rencores y de los celos causados por la competencia comercial, no es violenta ni se expresa con acritud de los farsantes. Lejos de mostrar orgullo o presunción viste un huipil mazateco desteñido y aun muy remendado del que asoman sus pies descalzos. De cerca o después de tratarla algunos minutos, termina imponiéndose. Un dominio de sí misma, una perfecta naturalidad, una conciencia de su poder que sólo se expresa en la mirada profunda de sus ojos, unida al sosiego de toda su figura hacen de ella ciertamente una personalidad extraordinaria. Sabe que es famosa –guarda los retratos y los artículos que han publicado sobre ella- pero no le gusta hablar del asunto. Como todos los suyos es pequeña y delgada, e incluso sería demasiado delgada si no fuera por los músculos cada vez más visibles que asoman bajo su piel oscura. El pelo dividido por una raya, es negro todavía, como las cejas, espesas y abundantes, cosa rara en las indias; tiene los pómulos salientes, fuerte y ancha la nariz, la boca grande y elocuente. Su vida campesina, el haber sostenido durante muchos años a su familia, los viajes que emprende a pie y las largas veladas donde ejerce su profesión de curandera en las que canta cinco o seis horas, baila y maneja elementos de percusión, fuma y bebe aguardiente, no parecen haber disminuido su prodigiosa energía.
Muchos mazatecos suben a buscarla hasta su cabaña solitaria, le consultan sus problemas, tienen fe en sus curaciones, la rodean de consideraciones y respeto. María Sabina no le da una exagerada importancia a su elevada categoría. En vez de rodearse de misterio, se la ve en la calle cargada de bultos o sentarse llena de humildad en un rincón de la iglesia (…) A Tolstoi sin duda le hubiera gustado conocer a esta pequeña vieja que habla con Dios cara a cara, vive en estado de pureza, gana su pan buscando remedios en la montaña y curando los padecimientos morales y físicos de los suyos. Es una mística”.
FERNANDO BENÍTEZ (Los hongos alucinantes. Serie popular Era. México, 1969)

MARÍA SABINA EN EL FESTÍN DE LOS SUEÑOS
Soy quien da el amanecer.
Soy la mujer que sabe.
nadar en lo sagrado.
Maria Sabina
ABATIDO a mitad de una batalla de arcabuceros blancos y negros, me veo arrastrado del cabello por cierta hechicera o curandera de la región que me conduce a su gruta en el espinazo de una cordillera cercana a la contienda atrás señalada.
Mientras la guarida de la maga se puebla de una zarabanda de fantasmales criaturas de sombrero hongo -que ella recolectara a hurtadillas en su regazo, llamándolos familiarmente sus payasos o santitos- la anciana hechicera tañe la música del salterio alrededor de mi lecho de moribundo.
Al clarear la mañana, sobre mis labios marchitos por la fiebre, gotea un panal milagroso y a la distancia escucho romperse un espejo opresor.

RAÚL HENAO.
TONADA DEL RELÁMPAGO
“El hígado es el órgano temperante.
Toda la grasa tempera” ( Novalis )
Parpadean bosques
En la escalera de caracol.
Tras la niebla en estampida
De la honguisa.
Tarareando la tonada
Del relámpago
Que instala su carpa
En nuestro adentro
Después de la tormenta.

CARLOS BEDOYA. (Medellín. Colombia, 1951)
“Al parecer entre los griegos corría la voz de que los hongos eran “el alimento de los dioses brôma teôn y se dice que Porfirio los llamó “nodrizas de los dioses” theotrophos. Los griegos de la época clásica eran micófobos ¿Acaso no sería esto porque sus antecesores sintieron que la totalidad de la familia de los hongos se hallaba contagiada “por atracción” con la cualidad divina del hongo sagrado, y en consecuencia los hongos debían ser evitados por los mortales? ¿A caso no estamos examinando aquí algo que en su origen fue un tabú religioso? No quiero que se entienda que sólo estos alcaloides (donde quiera que se encuentren en la naturaleza) provocan visiones y éxtasis. Evidentemente algunos poetas y profetas y muchos místicos y ascetas parecen haber experimentado visones extáticas que cumplen las condiciones de los antiguos misterios y reproducen los efectos de la ingestión ritual de hongos en México. No estoy insinuando que San Juan en Patmos haya tomado hongos cuando escribió el Apocalipsis. No obstante ello, la secuencia de imágenes en su visión, tan nítidas y a la vez tan fantasmales, me indica que el Apóstol se encontraba en el mismo estado de quien ingiere los hongos. Tampoco insinúo, ni por un instante que Wiliam Blake conociera los hongos cuando escribió esta hipotiposis de la nitidez que tiene la visión:
Los profetas describen lo que ven en la visión como hombres reales y existentes, a quienes ellos vieron con sus órganos imaginativos e inmortales. Los Apóstoles lo mismo; mientras más diáfano sea el órgano más nítido será el objeto. Un espíritu y una visión no son como supone la filosofía moderna un vapor nebuloso o una nada: se encuentran organizados y minuciosamente articulados más allá de todo lo que puede producir la naturaleza perecedera y mortal. Quienes no imaginan con contornos mejores y más vigorosos, y bajo una luz mejor y más intensa de lo que pueden distinguir sus ojos perecederos, en realidad no imaginan nada
Esto sonará críptico a quien no comparta la visión de Blake o no haya ingerido los hongos. La ventaja de los hongos es que pueden poner a muchas personas si no a todas, en este estado sin que deban sufrir las mortificaciones de Blake ni las de San Juan. Su ingestión permite a uno contemplar con mayor claridad que la de nuestros ojos mortales, vistas que están allende los horizontes de esta vida; viajar por el tiempo, hacia delante y hacia atrás, penetrar en otros planos de la existencia; incluso como dicen los indios conocer a Dios. No es muy sorprendente que nuestras emociones resulten profundamente afectadas, que sintamos que un vínculo indisoluble nos une con los demás que han compartido el banquete sagrado. Todo lo que uno ve durante esa noche tiene una calidad prístina: el paisaje las construcciones, los relieves, los animales: todo parece recién llegado del taller del creador. Esta novedad de todo -es como si el mundo acabara de surgir- lo abruma a uno y lo funde en su belleza. De manera natural cuanto nos ocurre nos parece preñado de sentido y en comparación, la rutina cotidiana resulta trivial. Uno ve todas estas cosas con una inmediatez de visión que lo lleva a decirse: “Ahora estoy viendo por primera vez, viendo directamente, sin la intervención de ojos mortales”.
Platón nos dice que más allá de esta existencia efímera e imperfecta de aquí abajo, hay otro mundo ideal de arquetipos, donde el Modelo de cada cosa tiene una vida perdurable: hermoso, verdadero, original. A lo largo de milenios poetas y filósofos han sopesado y comentado dicho concepto. Para mí resulta claro donde encontró Platón sus “ideas”; también lo era para aquellos de sus contemporáneos que fueron iniciados en los misterios. Platón bebió de la poción en el templo de Eleusis y pasó la noche contemplando la gran visión”

R. GORDON WASSON : El camino a Eleusis . FCE. México.1980)
EL CAMINO A ELEUSIS
Dormía recostado en la torre de mármol negro a cuyo alrededor revoloteaba una garza blanca. Cerca de mí se deslizaba el río de brillantes que abandonaba a su paso una cabellera de mujer. Bajo la cabellera, la mujer se fugaba entre el bosque de hulla.
Yo la seguía al atardecer guiado por un muchacho albino de la vecina localidad, el valle brumoso, refugio del murciélago y la chotacabra. Pagábamos el flete al barquero en la isla de la maga.
Había que cuidarse de beber el jugo del granado o de dormir a la sombra del espino blanco. Pudimos vislumbrar la espiga dorada al término de la muerte.
Regresamos sin volver el rostro hacia la mujer que nos acompañaba en la galería infernal.
RAÚL HENAO.
(El Virrey de los Espejos. El oso hormiguero editor. Medellín, 1996)

EL HONGO HABLA
Por TERENCE Y DENNIS MAcKENNA.

«Soy viejo, mucho más viejo que el pensamiento en tu especie, lo cual es en si mismo 50 veces más viejo que tu historia. He estado en la tierra desde hace eras. Vengo de las estrellas. Mi hogar no es ningún planeta: me propago por los muchos mundos del brillante disco de la galaxia que dan opción de vida a mis esporas. El hongo que tú ves es la parte de mi cuerpo bañada por el sol, entregada a las emociones del sexo. Pero mi verdadero cuerpo es una fina red de fibras que se extiende por el subsuelo. Estas redes pueden cubrir acres y pueden llegar a tener muchas más conexiones que las del cerebro humano.
Mi red micelial es cuasi inmortal. Solo la repentina y total contaminación de un planeta o la explosión de su estrella padre pueden acabar conmigo. Me es casi imposible explicartelo debido a ciertas equivocaciones en tu modelo de la realidad. Todas las redes miceliales de la galaxia están en comunicación hiperlumínica a través del espacio tiempo.
El cuerpo micelial es frágil como la tela de una araña, pero la mente colectiva y la memoria son un vasto receptáculo histórico de la evolución de la inteligencia en muchos mundos de nuestro enjambre espiral de estrellas. El espacio, como ves, es un vasto océano que ha dado a estas robustas formas de vida la capacidad de reproducirse por medio de esporas, las cuales se recubren de la materia orgánica más dura conocida.
A través de eones de espacio-tiempo, durante millones de años, muchas esporas a la deriva han transportado vida en suspensión animada hasta que el contacto con un ambiente adecuado se lleva a cabo. Pocas especies tienen una mente, solo yo y mis recientemente evolucionados afines han alcanzado el modo de hipercomunicación y capacidad de memoria que nos hace miembros líderes en la comunidad de inteligencia galáctica. El modo en que opera esta hipercomunicación es un secreto, el cual no será dado a la ligera a los humanos.
Pero los medios deberían ser obvios : Es la existencia de la psilocina/psilocibina en los medios biosintéticos de mi cuerpo vivo la que abre para mi y mis simbiontes la visión de muchos mundos. Vosotros, individuos y como especie, estáis al borde de la formación de relaciones simbióticas con mi material genético, el cual finalmente conducirá a la tierra y a la humanidad a la liga galáctica de las civilizaciones avanzadas.
Puesto que no es fácil para vosotros reconocer otras variedades de inteligencia a vuestro alrededor, vuestras más avanzadas teorías políticas y sociales no han podido ir mas allá de la noción de colectivismo. Pero, más allá de la cohesión de los miembros de una especie en un solo organismo social, existen posibilidades evolucionarias mucho más ricas y barrocas. La simbiosis es una de ellas. Ésta es una relación de mútua dependencia y beneficios positivos para las especies involucradas.
Relaciones simbióticas entre mi propio ser y formas elevadas de animales han sido establecidas muchas veces y en muchos lugares a través de las largas etapas de mi desarrollo. Estas relaciones han ido en pos del beneficio mutuo.
Dentro de mi memoria esta el conocimiento de naves de hiperimpulso y las instrucciones para construirlas. Negociaré este conocimiento por un billete gratis hacia mundos nuevos alrededor de soles más jóvenes y estables que el vuestro.
Para asegurar la existencia eterna bajo el largo río del tiempo cósmico, ofrezco una y otra vez este acuerdo a los seres más evolucionados, y de tal modo me he propagado a través de la galaxia por muchos milenios.
Una red micelial no tiene ningún órgano para manipular el mundo, no posee manos; pero los animales más evolucionados con capacidades de manipulación harían bien en asociarse con el conocimiento estelar que yace dentro de mí, y, si actúan de buena fe, volverán, junto con su humilde profesor el hongo, al millón de mundos de los cuales los ciudadanos de nuestro
enjambre estelar somos herederos.»
(Extractos del prefacio de "Psilocybin: Magic Growers's Guide", en el que aparece una tercera voz: la del hongo, el cual explica sus propósitos para/con la humanidad. El hongo habla y nuestra opinión yace junto a lo que, elocuentemente, él dice de si mismo en la fresca noche de la mente)


LA MUJER Y LA CASA / JOSÉ LEZAMA LIMA (José Maria Ruiz)





Hervías la leche
y seguías las aromosas costumbres del café.
Recorrías la casa
con una medida sin desperdicios.
Cada minucia un sacramento,
como una ofrenda al peso de la noche.
Todas tus horas están justificadas
al pasar del comedor a la sala,
donde están los retratos
que gustan de tus comentarios.
Fijas la ley de todos los días
y el ave dominical se entreabre
con los colores del fuego
y las espumas del puchero.
Cuando se rompe un vaso,
es tu risa la que tintinea.
El centro de la casa
vuela como el punto en la línea.
En tus pesadillas
llueve interminablemente
sobre la colección de matas
enanas y el flamboyán subterráneo.
Si te atolondraras,
el firmamento roto
en lanzas de mármol,
se echaría sobre nosotros.

Detrás del metafórico lenguaje de J.L.L. pueden encontrarse, sin buscar demasiado, mil interpretaciones a cada una de sus figuras, pero todas te llevan específicamente al hogar y en él a la mujer; supongo que su madre, la que a la muerte temprana de su padre, debió convertirse en figura única de culto para él.

¿Quién más que una mujer y madre tiene la paciencia milimétrica para recorrer una casa detalle a  detalle y dejar cada cosa en sus sitio y cada sitio con el primor y la belleza que lo hagan agradable a la vista y a la vida?
Un café lo bebes delicioso en cualquier lado; cafetín, cantina, ventorrillo callejero; pero un café preparado por tu madre tiene un sabor a felicidad, a seguridad, a la certeza de su sonrisa. El sabor no importa si viene de las manos amorosas de tu madre, porque siempre será grandioso.

Atreverse a desobedecer sus normas tiene consecuencias que solo los tontos no ven y aunque amorosa, de seguro el ser reconvenido por ella, equivale a unos cientos de años en el purgatorio o en el mejor de los casos a unas horas sin su sonrisa maternal.

El Poeta, a fin de cuentas mago, sabe que ella, su madre, también es un ser humano que sufre y se asusta, por lo que con su palabra, encuentra cómo ayudarle, halagarla; porque a fin de cuentas, el beneficiario de su amorosa estabilidad es él.

Sabe también el Poeta que si por cualquier error de apreciación llegara a maltratar, a hacer sufrir a esa mujer, su madre; todo se le vendría encima sin remedio y
 “el firmamento roto
en lanzas de mármol,
se echaría sobre nosotros”


José M Ruiz P.


LA POETA ORIETTA LOZANO INVITADA AL TALLER DE POESÍA MECA. (MEDELLÍN)

LA POETA CALEÑA ORIETTA LOZANO SERÁ LA INVITADA EN EL MES DE SEPTIEMBRE AL TALLER DE POESÍA MECA DE MEDELLÍN (RELATA)



LA POESÍA DE ORIETTA LOZANO

Por Raúl Henao.

En el Atlas Poético de Colombia/ sección Valle, figuran si no he contado mal, quince poetas mujeres o poetisas (porque con el rescate moderno de la condición femenina ese término pierde su connotación depresiva y despectiva)  Entre ellas, creo, sólo Orietta Lozano ha conseguido hasta la fecha presente saltar los muros carcelarios de lo regional o local y -aparte de su Cali natal-  ser leída en otras ciudades y lugares del país y el exterior… A lo que de alguna manera, contribuye el hecho de que se le otorgara en el pasado el  Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus  (Cúcuta, 1986) un premio de especial relevancia en el país cultural.
  Pero, aparte de lo anterior cabe anotar lo auténtico y perseverante de su trabajo poético que además de sus cuatro o cinco libros publicados -y  otros tantos inéditos pero no menos importantes, como El Solar de la Esfera (2002)  o Peldaños de Agua (2010)-  gana con el tiempo en fuerza y  definición, superando cierta tendencia inicial a recaer en la vaguedad o abstracción expresiva. En El Vampiro Esperado - su libro ganador del Cote Lamus-  vale la pena destacar la atmósfera o temática “gótica” que la autora retoma del primer romanticismo,  afinidad que comparte con otros artistas y escritores vallecaucanos  -pienso en el cine de Carlos Mayolo o en cierto Andrés Caycedo-  quizás porque en dichos temas, autores y poetas centroeuropeos como George Trakl, Joseph Conrad,  Ghérasim Luca  (Olga Orozco y Alejandra Pizarnik, en latinoamerica)  es fácil encontrarle espacio al deseo transgresor… aquel que  huye de la luz diurna para explayarse mejor en lo nocturno o sub-lunar, en el ámbito de lo prohibido y perverso, donde el amor va a conjuntarse  o conjugarse siempre con la muerte.

Hay también en la poesía de Orietta Lozano una vertiente puramente intelectual –más que pasional o sentimental-  que vuelve a reflexionar, a pensar,  por los medios propios de la poesía,  aquellos temas por así decirlo “eternos” del hombre,  como el tiempo y la palabra, la muerte o Dios...Lo que en definitiva amplía y enriquece su acervo poético, en mi concepto, uno de los más atrayentes y seductores de la poesía femenina colombiana actual.

Ojos habitados 

Ven, ciérrame los ojos con un beso
para que no pueda ver mi cielo,
y de nuevo
ábreme los ojos con un beso
para que así no pueda verlo entre mi sueño.
Oblígame al secreto
para que nada diga de los besos,
y pídeme que cante
para que pueda hablarte.
Eres el que puso en mis labios
la voz, desde hace mucho tiempo,
y has habitado
mis manos
desde que mi sangre sólo estaba creciendo.
Ibas a preguntarme
por mi cadena insomne,
y era mayor el hambre de mi acecho
y la estructura de mis huesos
estaba decayendo.
Ven, ciérrame los ojos
para que pueda descansar mi ruego.