UNA ALBERCA EN LA LUNA- CIEN HAIKUS
DE RAÚL HENAO
Por: Umberto
Senegal*
¿Cuántos, de quienes en Colombia han escrito haikú por curiosidad
literaria, por afinidades estéticas con tal forma poética, o por atrapar en su
brevedad la virtud reveladora de la síntesis, continúan fieles a dicha
expresión zen del mundo y la poesía? No
creo que pasen de diez. Chuang Tzu dice
que el propósito de las palabras es trasmitir ideas, y cuando las ideas se han
comprendido, las palabras se olvidan.
¿Dónde puedo encontrar un hombre que haya olvidado las palabras?. Con ese me gustaría hablar. En Colombia, esta decena de poetas sabe
hablar en silencio, desde el silencio y con el silencio, porque para ellos el
haikú es la poesía cuya revelación sucede más allá del desfile de versos y la profusión
de estrofas e imágenes.
Igual que ocurrió con algunos poetas de generaciones pretéritas en nuestro
país, quienes cultivaron el haikú sin
entender su esencia, distantes del espíritu zen y taoístas del mismo, aunque
escribieron docenas de estos estimulados, en su época, más por el tono
occidental que le dieron sus pioneros latinoamericanos influidos por los
hábitos del modernismo, la vanguardia y el postmodernismo hispanoamericanos,
muchos otros poetas contemporáneos cedieron al encanto de su escritura. De segunda y tercera manos, leyeron algo al
respecto, no siempre en adecuadas traducciones ni mucho menos en su idioma
original, para después olvidarse del género.
O subvalorarlo. O considerarlos
una forma menor de poesía. Por
estos cauces fluye la historia del haikú
en Colombia.
Sin embargo, no somos ajenos a la corriente mundial contemporánea del
haikú. En Colombia, de manera solitaria, silenciosa e individual por cuantos
aprovechan los innumerables textos zen que se traducen hoy por hoy, encontramos
excepciones, como sucede con el poeta Raúl Henao. Su larga incursión en el haikú le ha llevado a producir una obra
no muy extensa, pero sí con poemas de este corte donde se descubre a un
virtuoso de la sutilidad y la nota suave, expuestas con un lenguaje poético de
contornos sencillos:
En la corteza del árbol
Frases de amor
Borra el
tiempo.
Para dar cuenta de su conciencia lúcida mediante el haikú, este poeta no
atiende a la ortodoxia de la pauta silábica (5-7-5), en lo cual camina al lado
de centenares de poetas orientales y occidentales que no adaptan su
métrica a tal parámetro, sin que por
ello se aparten de lo que podemos enunciar como la estructura interna del
haikú.
Noche de junio.
Es césped
la niebla.
La experiencia poética y estética de Raúl Henao, dentro del haikú, se
produce en Colombia sin el más leve ruido, sin altisonancias, a pesar de
construir con su trabajo constante en el género un diáfano universo literario
de tendencia espiritual, incluido de manera natural en un mundo poético formal
e ideológicamente definido. En este
libro, hay presencia cultural e
investigativa, junto a preciosos destellos de intuición y sensibilidad:
Noche cerrada.
Festejan los murciélagos
en el pomar.
Como dijera Chuang Tzu: “¿Dónde puedo encontrar un hombre que haya
olvidado las palabras?” Creo que cuando le da materialidad literaria
a sus haikús, Raúl es ese poeta con quien puede uno comunicarse sin
palabras. Este es un escritor que por su
poesía polifacética y polifónica; por sus búsquedas literarias y su expresión
creadora que no acepta ni impone vasallajes poéticos de ninguna índole; por ese
radiante luciferismo que enriquece y singulariza su obra en un país de poetas a
la deriva por las palabras, por la figuración social y por el exceso de
artificios, parece, a simple vista, el poeta menos apto para escribir haikú y
serle fiel entre las exigencias y modas contemporáneas. Quienes seguimos su
trayectoria en el cultivo del haikú, forma que frecuenta sin prisa y sin
excesos desde varios lustros atrás, siguiendo el consejo de Lao Tzu: “Deja
que todas las cosas prosigan su curso natural”, reconocemos en Henao a uno
de los más serios, profesionales y auténticos haiyines de Colombia. Esta recopilación de haikús suyos que
anduvieron dispersos por revistas y periódicos, señala así en conjunto la
virtud de su oficio en el cual su técnica artística consiste en ejercer una
disciplina espontánea o una espontaneidad disciplinada, cualidad que
caracteriza a Raúl cuando camina la existencia bajo la luz del haikú. Ese reconocimiento a su oficio, ya lo hizo la
poetisa y escritora griega Zoe Savina al incluir seis haikús de Raúl, con
traducción al griego, en su INTERNATIONAL ANTHOLOGY HAIKU “the leaves are back in the tree”,
editado en Atenas en 2002, una de las más notables antologías mundiales del
haikú publicadas en el presente siglo.
De algo tiene certeza Raúl Henao cuando escribe haikú: Como el mundo no va a ninguna parte, no hay
prisa:
Vivos o muertos
De sol
a sol.
No hay prisa para escribirlos. No
hay prisa para publicarlos. Muchos menos
para ejercer, ante la crítica o los lectores, de haiyín. Uno de los principios importantes en el
estudio del arte zen, y en este caso en
la escritura del haikú es comprender que la prisa es fatal, con todo cuanto
implica para el poeta, pues no hay lugar que alcanzar. Alan Watts, señala que “al no apresurarse, a la vida sin
finalidad no se le escapa nada, pues sólo cuando no hay meta ni precipitación
los sentidos humanos están plenamente abiertos para recibir el mundo”. Lo reconoce un poema zenrin:
“Los gansos salvajes no se proponen reflejarse en el agua;
El agua no piensa recibir su imagen”.
La vida sin propósito, sus propios eventos o aquellos que observa, se
convierten en el tema de este libro que expresa el estado íntimo del poeta de
no ir a ninguna parte, caminar sin prisa y sin
finalidad en un momento intemporal.
El centenar de haikús que Henao selecciona de su vital producción, y que
hoy comparte con quienes son capaces de distinguir su peculiar aroma zen, prueban con holgura
una vocación natural situada más allá de la simple curiosidad literaria. En estos haikús resalta la presencia no sólo
del poeta que investiga y se informa sobre los procesos y la historia de dicha
poesía, sino del hombre que para escribir un haikú reconoce, con el maestro
Engó, que “si uno ve cuernos tras un
seto, sabe que allí hay ganado. Si uno ve humo, sabe que viene del fuego”.
Buena parte de estos poemas florecieron gracias no a la acumulación de ideas y
conceptos, de teorías occidentales y
orientales sobre el haikú, ni al deseo de ser poeta o deslumbrar con la poesía,
ni para ser invitado a conferencias o encuentros, sino gracias al ejercicio
cotidiano y sencillo de la percepción alerta, de la disciplina espontánea y la
espontaneidad disciplinada.
Me agrada pensar que los haikús de Raúl, que conozco desde la década de los
años ochenta, son producto de la conversación
consigo mismo, como sucedía con el maestro Zuigán. Relata la historia zen que todos los días el
maestro Zuigán sostenía la siguiente conversación consigo mismo:
-¡Maestro!
-¿Sí?
-¡Despierta,
despierta!
-¡Sí!
-En
adelante, no te dejes engañar.
-Sí, sí.
Estos poemas no son ejercicios literarios o poéticos como puede entenderlos
quien está poco familiarizado con tal forma del arte zen. Cada uno de ellos, desde su profunda
simplicidad, sin ceñirse a la métrica tradicional, pero en la línea de la más
pura tradición, tiene las señales de alerta del maestro Zuigán: “!Despierta!”. Advierten al autor y al lector, recordando a
uno y otro que el secreto para ver las cosas como son, consiste en deshacerse
pronto de los anteojos de colores que la racionalidad, la academia y los
condicionamientos ideológicos de cualquier matiz, le ponen al poeta, a todo ser
humano. Buen porcentaje de los haikús
incluidos, cumplen la exigencia que anota Blyth en su Historia del Haikú: “Ser objetivo, sin dejar de ser subjetivo;
específico, pero sin perder la amplitud; sensitivo y, con todo,
espiritual. Esta es la meta del haiku”.
El ser como es, sin nada extraordinario ni maravilloso, es la gran
maravilla, admitía Sesán. La capacidad
de ver las cosas no es de poca monta: ser realmente normal es poco común. En
esa normalidad, brota el haikú y aparece
desnudo, magnífico, ante la mirada del haiyín.
Arroyo de montaña.
Sus aguas me hablaban
porque callaban.
Un instante se parecen
el tiempo
y la eternidad.
Blancura del alba.
Despiertos aún.
Somos sueños.
Haikús limpios, estos de Raúl Henao.
Miradas limpias de donde las palabras huyen y escapan las imágenes para
no enturbiar el satori del poeta. Nada
de pensamiento inútil en ellos, ni de
reflexiones existenciales. Nada de
análisis, de fingimientos, de intenciones literarias. El poeta deja que el poema se resuelva solo y
manifieste en sí mismo cualquiera de los cuatro estados poéticos
característicos del arte y la poesía zen, a saber:
Sabi, cuando el
momento expresa soledad y quietud:
En el tejado
la lluvia
¡qué callada!.
Wabi, cuando el poeta
se siente triste y deprimido, y en esta peculiar vaciedad observa algo
corriente y modesto en su increíble ser-tal:
Vejeces del estanque
me hablan a solas
las ranas.
Aware, cuando el
momento evoca una tristeza más intensa y nostálgica, relacionada con la gradual
desaparición del mundo:
¿Tanto tiempo?
No hay rastro
De la barca abandonada.
En el verdín del estanque.
Yugen, la visión
súbita de algo extraño y misterioso que sugiere algo desconocido y que nunca
será descubierto:
Árbol
viejo del parque.
No regresaron las hojas
¡regresó el petirrojo!
Los actos venerables no admiten ornamentos.
La profundidad no admite complejidad.
¿A dónde quieren llegar los largos poemas? El haikú está aquí y ahora,
sin partir de ningún lugar, sin prisa hacia sitio alguno, sin interés en
llegar, y es entonces cuando se encuentra con el poeta en idénticas situación,
hermanándose en el acto creativo, unificándose en el hecho poético de la
escritura.
A cada instante irreal
el instante
es la realidad.
Mientras más se adentra alguien en la belleza, más la hace suya, más se
sumerge su vida en la belleza y más se acerca a la realidad, y el camino más
corto para realizar tal belleza del mundo y de la vida, de la poesía, de la
realidad, es el haikú. Este libro es el
fruto de tal percepción, del equilibrio de cuerpo y alma, como decía Vogelman,
refiriéndose a la razón del haikú.
Ignoro por qué, para finalizar esta presentación, llegó a mi memoria el
haikú de Borges.
La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.
*Humberto Senegal (seudónimo de Humberto Jaramillo) Poeta, narrador y
ensayista de Calarcá, Quindío Colombia. Entre sus libros publicados figuran:
Desventurados los Mansos (cuentos) Ventanas al Nirvana (poesía) Pundarika
(poesía Zen). Por largo tiempo dirigió la revista Kanora.
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