5/24/2015

LA POESÍA DE JORGE CÁCERES



JORGE CÁCERES

Jorge Cáceres fue un completo artista oriundo de Chile, nacido en Santiago el 18 de abril del año 1923 y fallecido en la misma ciudad el 21 de septiembre de 1949. No se conoce la causa de su muerte, aunque entre las posibilidades se consideró el suicidio. Sin entrar en detalles de su vida personal, fue una persona entregada al arte en varias disciplinas. Con respecto a la poesía, dio sus primeros pasos desde adolescente, y ya en el año 38 comenzó a formar parte de La Mandrágora, conocida agrupación de poetas surrealistas. Poco tiempo después vino su incursión en el baile, al matricularse en una escuela de danza clásica; en esta rama también alcanzó importantes reconocimientos. Retomando su relación con la escritura, Cáceres supo combinar sus habilidades literarias con las manuales, y exploró una combinación de artes plásticas y poesía, trabajo que llegó a exponer incluso en Francia. La obra de este desafortunado poeta quedó plasmada en media decena de poemarios, entre los que se encuentran "René o la mecánica celeste", "Por el camino de la gran pirámide polar" y "El frac incubadora". Además, luego de su fallecimiento se reunieron algunos poemas inéditos en el libro "Jorge Cáceres, poesía encontrada". 



Siempre en llamas
I
Me contemplo morir esta tarde la última Bajo el sol las ortigas represan el cauce de esa luz Cauces desconocidos sobre un viento trastornado Sobre un trenzado seis Mi cabeza es absurdo vigía entre las aves Pues ella picotea en un cerezo blanco En la plenitud de la gran playa de ceniza La playa de los fuegos Los osos sangran sobre emboscadas imprevistas Calculaban su paso más libre a la costa Yo he nacido de mis gestos los gestos de la envidia Y de mi propia miseria Toda mano de miseria que conduces Me saluda esta tarde Es mi fiel defensora.

II 
Escucho tu voz sobre las calles blancas Sobre muros que el cielo mece Escucho a mi corazón hilar para ti Y sé por fin qué es eso en rebeldía Al fondo del desierto por un cambio de luz De mis deseos haré himnos ellos van Y se ríen al desertar en torno a una sombra fértil
Es demasiado tarde para un juego
De repeticiones
Yo soy quien te ama para siempre El prisionero negro que nace de tus pies Que tú has olvidado Solo bajo este sol de dicha Esta tarde es para mí toda tempestad Todo misterio. 

De "Pasada libre", 1941
Vista de pájaro


a Braulio Arenas

En un salón donde los lobos delatan la nevada O en el claro del bosque los muebles de acacio Desde hace mucho tiempo las nubes juegan al rebaño Las nubes de ciervos volantes Esperarán a la caída de las hojas En un portal de vidrio a la caída del idioma Cuando yo no seré más el que os da de beber Alrededor de todas las fuentes escondidas Que se encantan a si mismas Cuando en el fondo de sus espejos baten las últimas alas Los pájaros picotean las cuerdas del verano Formando encantadoras coronas mensajeras Llevados por sus alas ellos reman hacia el bosque que gira Entre las hojas verdes son abanicos de fuego Que caen al parquet calculando semillas Sobre el desierto ya no hay más que el tejido del cielo Y el latido de una red de coral sobre los frutos Cuando el sol se diluye en el encaje.

De "René o la mecánica celeste, 1942 


Jorge Cáceres (Luis Sergio Cáceres Toro , 1923 / 1949, Santiago de Chile, Chile)




Las cartas

Las cartas del buen tiempo de coral
ya no son las mismas cartas de los torbellinos
En la frente de los lagos en la garganta de los deltas
Pájaros repetidos mil veces en la prisma
Plumaje sin fin sonrisa necesaria
En la nostalgia del gran día diluvial
Que se mece en el cielo de hierba fresca
Cuando los asaltantes de nidos caen en las redes de la colina.

Solicitud del pequeño castor
En su pirámide de cristal de roca
Para los ciegos que atraviesan los mercados de sal
Con demasiadas trampas
.

Los besos

Los besos

Los besos entre las hojas
En recuerdo
De los pájaros que encantaban las estrellas en el filo
de sus alas
Por cada grito picoteaban los guijarros del sol
Los muros que les dan formas familiares
Y gestos que reflejan el clima de los labios
Sobre el camino de los últimos besos
O en el eco de las risas del mar.

Con cada una de las fuentes que se diluyen en las hojas
Con cada uno de los ojos de codicia
Con cada uno de los grandes desiertos abandonados
Solitario yo he compartido mi sed.

A la cabecera de los deltas
En los monasterios que penden de los árboles
Yo escojo las cartas del buen tiempo
Las únicas que han permanecido desnudas
En el fondo de las balanzas de armiño
En plena costa
A todo aire
A toda tempestad
Cuando escucho batir los primeros árboles de coral
bajo la piel que yo sé apresar.



Paul klee

Para ser cómplice del paisaje que bate a todo vuelo Como un fuego bien alimentado arriba las manos! Los niños son culpables de sus ojos verdes sin fin Ellos han disipado el cielo en pleno día Con sonrisas encantadoras Con juegos que no son más inocentes Las nubes dentro de la bañera el respeto a los mayores Y las grandes trampas de los cálculos precisos. Las playas están guardadas por ciegos de ocasión El sentido del tacto en el ojo de las bañistas Y la curva de la fiebre sobre las grandes rocas Ellos han perdido su tiempo en plena costa Sin una palabra de recompensa permanecen en sus puestos Sobre la balanza deliciosa del buen tiempo. El pulpo el lobo el tapir el armiño No son más que el juego de la memoria Puesto de relieve por la escala animal El rostro en el desierto las manos en pleno campo Han quebrado el anillo de las balanzas.

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