Fragmento de entrevista publicada en Letras Libres.
FA: La mayoría de los jóvenes no lee, sobre todo literatura. ¿Por qué cree que sea así?
NM: Me temo que la literatura esté en decadencia, y yo soy un importante practicante de una ocupación en agonía. El cine fue un enorme reto para la literatura, pero había entre ellos una relación. Es como si el cine fuera el hermano desencadenado de la cultura literaria, una cultura teatral. Los novelistas podían hacer películas. Ahora ningún buen novelista puede hacer buen cine. Ningún buen cineasta puede convertirse en un muy buen o importante novelista. Antes eso era posible, de algún modo… era como ser primos en competencia. Llegó la televisión y todo se redujo a una especie de común denominador de masas.
FA: ¿Le parece que la televisión transformó el cine y la literatura?
NM: Bueno, la gente ve la tele todo el tiempo. Es distinto que ir al teatro o al cine. Después de todo, en el cine uno está entre extraños. Hay cierta analogía con ir a misa. Es un elemento menor en comparación con otro malo, que es la interrupción en la televisión. Los comerciales son la semilla venenosa de la televisión porque uno está viendo algo, interesado, y cada siete, diez o doce minutos interrumpe un comercial. Entonces se deja de pensar en forma de relato y de narración sostenida. Y se vuelve muy difícil mantener la atención más de siete minutos.
FA: Así es.
NM: Desde la infancia te interrumpen los comerciales. Y te acostumbras a pensar que no hay motivo en el mundo por el que no puedas ponerle mostaza a las frambuesas, porque así sale en los comerciales. Llegan y no tienen nada que ver con el programa. Leer novelas, por ejemplo, es disfrutar de sumergirse en un mundo que perdura durante horas, mientras se lee. Y creo que ya hay muy pocas personas capaces de leer durante muchas horas. Es como si el sistema nervioso estuviera hecho para que lo interrumpan una y otra vez. Creo que por eso los niños tienen problemas ahora en la escuela.
FA: Entonces, ¿por eso cree usted que la literatura ya no llega a los jóvenes?
NM: La condición general del cerebro no va de acuerdo con la lectura, porque las personas ya no quieren recibir la información de la lectura. Creo que se venderían más libros si de pronto, en la página siete, saliera algo.
FA: [Risas] ¡Como un comercial!
NM: Alguna interrupción. O si los editores cogieran cinco novelas que estén publicando y cada cinco o siete páginas insertaran dos páginas de otra novela, como fuera, o un color distinto de papel o algo. Es ridículo.
FA: Entonces usted es pesimista sobre el porvenir de la literatura.
NM: Sí. Creo que lo que va a pasar es que los novelistas serán reverenciados en el futuro como los poetas. En otras palabras, un novelista importante será visto con el mismo asombro y amor que solían otorgarse a los grandes poetas. Pero se van a vender cada vez menos. Vamos a terminar como los poetas. Escribiremos novelas porque nos gusta hacerlo, tenemos que hacerlo, pero ya no se podrá vivir de eso.
FA: ¿Quién fue el novelista más influyente de este siglo?
NM: ¿En los Estados Unidos?
FA: Sí.
NM: Bueno, en los Estados Unidos fue Hemingway. Sin duda. Influyó más que ningún otro. Y creo que fue un gran escritor pese a sus limitaciones. También fue una especie de tío para mí o de sustituto de mi padre. Hemingway influyó en mi estilo más que ningún otro y en el de más escritores jóvenes. De modo que fue enorme esa influencia, porque, al poco tiempo, el estilo con que trabajas es la forma en que percibes. Entonces había que pasar por Hemingway y aprender a escribir como él para aprender a no escribir como Hemingway. Era un proceso interesante que tomaba varios años en los que se aprendía mucho.
FA: Me mortifica preguntarle, pero, ¿piensa a veces en la muerte?
NM: ¿En mi muerte?
FA: Sí.
NM: Por supuesto. Pero no tanto como cuando era joven.
FA: ¿Qué pensaba de eso cuando era joven?
NM: Bueno, en algún momento —no cuando era chico, quizá tendría ya 35 años, los años en que fumaba mucha marihuana— llegué a decidir que sin duda había un más allá y era emocionante y estaba lleno de aventuras y peligros y era difícil como la propia vida, y quizá más todavía. Creo que uno de los motivos de haber escrito el libro Noche de la Antigüedad, sobre Egipto, fue porque los egipcios creían tanto en el más allá, donde se tenía buen éxito o se fracasaba. Si fracasabas, morías de veras y si tenías buen éxito, pasabas al cielo y vivías para siempre. Bueno, yo no creo en nada de eso, sino en que estamos aquí como parte de una cadena continua del ser, por así decir, de modo que a partir de cómo vives una vida, ingresas en otra, y que lo mejor que te puede pasar es volver a nacer. Tengo una forma simple de pensar porque pienso que Dios, ella o él, se está esforzando y quizá obtenga buenos o malos resultados, porque también pienso que hay un diablo en los asuntos humanos. De modo que se trata de un pensamiento muy sencillo que me permite el beneficio intelectual de reconocer que la lástima por uno mismo es la peor enfermedad física. No hay nada peor que la lástima por uno mismo, porque corroe y envenena todo lo demás. Pero si uno consigue reducir esa lástima a niveles muy manejables, entonces te concede cierta ecuanimidad. Además tengo nueve hijos, y por lo tanto mucho que disfrutar.
FA: ¿No tiene miedo?
NM: Creo que no. Tengo curiosidad. Tengo mucha curiosidad de saber si mi idea de la muerte tiene algo de real [risas].
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