12/19/2016

KAFKA: RESIGNACIÓN, PACIENCIA Y AGONÍA.

Reiner Stach: "El fracaso hundió a Kafka"

Reiner Stach pasó 18 años reconstruyendo el puzzle que constituía hasta la fecha la personalidad de uno de los autores más brillantes y a la vez más dolorosamente crípticos del siglo XX, y el resultado es Kafka (Acantilado), una biografía que se lee como un tratado decidido a despejar todas las incógnitas de un hombre que lo dejó todo por la literatura y sintió que nunca había estado a la altura.

LAURA FERNÁNDEZ 



La vida de Franz Kafka, funcionario de seguros y escritor judío de Praga, duró 40 años y 11 meses. Aparte de sus estancias en Alemania -sobre todo, viajes de fin de semana-, Kafka pasó 45 días en el extranjero. Conoció Berlín, Múnich, Zúrich, París, Milán, Venecia, Verona, Viena y Budapest. Vio el mar tres veces. Fue testigo de una guerra mundial. Y nunca se casó, aunque estuvo prometido tres veces: dos con la empleada berlinesa Felice Bauer, una con la secretaria praguense Julie Wohryzek. Como escritor, Franz Kafka dejó unos 40 textos completos en prosa. En total, unas 350 páginas que él consideró 'definitivas'. El resto, unas 3.400, no lo eran. Eran diarios, fragmentos, y tres novelas incompletas. Según lo que dejó escrito en su testamento, su amigo Max Brod, que, por momentos, envidió terriblemente el talento de Kafka, debía quemarlas, deshacerse de ellas. Pero Max desobedeció, y las salvó, no una, sino dos veces. "Las salvó no quemándolas", dice Reiner Stach, el hombre que ha dedicado 18 años a reconstruir hasta el último de los pasos que dio el autor de La metamorfosis, "y las salvó sacándolas de Praga cuando llegaron los nazis", añade.

Recuerda Stach que en 1938, ante la llegada de los nazis a Checoslovaquia, Brod hizo las maletas y se fue. "Sólo pudo llevarse dos maletas y, pese a ello, no renunció a llevarse los manuscritos", asegura el biógrafo que en la monumentalKafka -la biografía en tres partes que Acantilado acaba de editar en dos volúmenes- recorre, junto al escritor, toda su vida, y todo aquello que rodeó su vida, como si, además de biógrafo, fuese antropólogo, pero un antropólogo dedicado al estudio de una única persona, y por eso, para el lector, la sensación no es la de acumular datos, sino la de sumergirse en Franz Kafka, vivir no algo parecido a la vida que él debió vivir sino exactamente la vida que él vivió, sintiendo que todo lo que hace es justo lo que debió hacer, porque todo a su alrededor conspiraba para que así fuera.

Flaubert había dicho que la prosa podía ser perfecta, y la de Kafka lo demuestra. Inventó nuevas formas narrativas"
¿Por qué no quiso casarse, por ejemplo? "Porque no podía. Él creía que ser un hombre de familia no era compatible con ser escritor. Y escribir le gustaba demasiado. No quería abandonar la escritura pero a la vez le aterraba envecejer solo. Le aterraba que su vida fuera como la vida de su tío español, al que a menudo preguntaba cómo era eso de volver a casa por la noche, a la pensión, y que no hubiera nadie esperándole, nadie más que otros huéspedes, y su tío le contestaba que era triste, que se decía, entonces, para qué todo, pero también decía que durante el día no pensaba en ello porque no dejaba de trabajar", explica. Hay cientos de anécdotas, cientos de conversaciones, cientos de cartas, o pedazos de ellas, en Kafka, y junto a ellas, la Historia, con mayúsculas, abriéndose camino, destruyéndolo todo.


Retrato de Kafka
Pregunta.- ¿Cuándo empezó a interesarse seriamente por Kafka? Es decir, ¿cuándo se entusiasmó hasta el punto de sentir la necesidad de ponerse a escribir una biografía?
Respuesta.- Fue cuando leí los diarios. Antes de leerlos, había leído sus novelas, y no había entendido nada. Me impresionó muchísimo que el nivel lingüístico de sus diarios y de su correspondencia fuese el mismo que el de su ficción. Era algo fuera de lo común. Y muy auténtico. Todo lo que decía. Un tipo que había perdido la ilusión. Pero que no era cínico. No había menosprecio por su parte, respecto al resto. Y eso me fascinó. Yo mismo habría querido ser así.Durante unos años fui fan, y me dije que no se podía escribir una biografía siendo fan. Tenía que recuperar cierta distancia para hacerlo. Así que esperé.

P.- ¿Qué cree que ha aportado la narrativa de Kafka a la literatura universal?
R.- Sobre todo, precisión. Hasta entonces, la sensación era que la precisión, en literatura, era cosa de la lírica, de la poesía. La idea de que cada palabra era necesaria y había sido colocada en el lugar preciso. Pero en su narrativa es así. Flaubert había dicho que la prosa podía ser perfecta, y la de Kafka lo demuestra. Y a la vez, inventó nuevas formas narrativas. El narrador de Kafka, narra como si fuera una cámara. Sólo cuenta aquello que el protagonista está viendo. Eso produce un efecto aspiradora en el lector, que hace que se identifique automáticamente con el protagonista. Inventa una técnica narrativa cinematográfica que ha sido de gran influencia en la literatura mundial.

Estaba completamente deprimido cuando escribió su testamento. Creía que todo había sido para nada"
P.- Al empezar a escribir Kafka se topó usted con el problema de los primeros años. Había mucha documentación en sus diarios, pero estos empezaban muy tarde, ¿qué hizo para llenar todos esos huecos, los huecos de su infancia y su adolescencia?
R.- Fui en busca de los diarios de la época. Y descubrí que a través de las hemerotecas pueden reconstruirse vidas. También hice uso de relatos de compañeros suyos, y descubrí, por ejemplo, que de niño ya había experimentado la violencia antisemita, porque en uno de los diarios que encontré se hablaba de un incidente que duró cuatro días y cuatro noches y que ocurrió justo en la puerta de su casa.

P.- Su relación con el padre está en el centro de su narrativa, y tiene especial relevancia no ya en La carta al padre sino también en La metamorfosis, ¿ha llegado a descubrir qué pasó entre ellos?
R.- Hubo mucho silencio entre su padre y él. Cuando era niño, el padre gritaba y él obedecía. Luego, cuando él hacía algo que no entendía, el padre ironizaba al respecto. Y luego llegó el gran silencio. Su padre nunca entendió que no quisiese ayudarles en la empresa, que prefiriese pasarse los días encerrado en su habitación, escribiendo. Decía: 'Te he pagado la carrera de Derecho, ¿por qué no nos ayudas? ¿De qué van a servirte los libros?'. Kafka siempre fue un incomprendido en su casa.

Dibujo de Kafka y, a la derecha, manuscrito de El castillo
P.- Daba la sensación de que en sus escritos se empequeñecía -como en La metamorfosis, que se convirtió en un insecto- pero que en ese empequeñecerse, estaba su fuerza.
R.- Sí. Lo del insecto es interesante. Pensemos que el protagonista de La metamorfosis es un adulto que vive con sus padres. Es como una mascota, un animal doméstico. No forma parte de la familia, pero la observa. Así se sentía él en su casa. Llegó a decirle a un conocido que era una historia terrible, porque para él era la historia de su vida. Era un outsider en su propia familia. Por eso se describía a menudo como un animal en sus historias. Es alguien que observa a las personas, pero desde fuera, no formando parte de su mundo. Y respecto a lo de empequeñecerse, era así. Cuando tú mismo te haces pequeño, nadie puede atacarte. En una ocasión en la discutió con Felice, ella le escribió diciéndole que debía odiarla y él dijo: 'No te odio, aunque me juzgaste, y lo hiciste con acritud, pero no te odio porque yo soy mi propio juez, y me juzgo con más acritud de la que tú me juzgarás nunca. Sé exactamente lo que me pasa, no hace falta que me lo diga nadie'. Se declara culpable pero logra mantener su autoestima intacta. Dice, la culpa la constato y la asumo porque me conozco mejor que nadie. Se empequeñece para mantener su posición, no deja que otros le destruyan. Eso lo había aprendido de niño. La diferencia de poder era tan grande en su casa que se decía: 'Puedes hacer conmigo lo que quieras -le decía a su padre- pero en mi cabeza, yo soy el dueño'.

P.- América es quizá su obra más esperanzadora, ¿cree que tenía idealizado el país?
R.- Sí. Hay un momento en el que ve a un montón de futuros emigrantes, a la espera de embarcar hacia América, y dice: 'Si pudiera volver a empezar de cero, me gustaría ser uno de esos bebés que viajan con sus padres a América'. Para él, América era una utopía, un lugar en el que nadie te preguntaba por tus orígenes, en el que podías escoger la profesión que querías. Creía en el sueño americano, porque lo había visto a su alrededor. Sus familiares que habían emigrado y habían vuelto, eran más libres, distintos.

P.- Y aunque renunció a casarse por la escritura, tampoco ésta acabó de funcionar y nunca pudo dedicarse por entero a ella, ¿cree que se sintió un fracasado? Escribe usted que a su muerte dejó tras de sí un campo de ruinas.
R.- Sí, Kafka se sintió un fracasado. Fue incapaz de terminar grandes obras. Y había sacrificado tanto. Al final de su vida, escribió: 'Lo he abandonado todo, las mujeres, los viajes, todo por la escritura, ¿y cuál es el resultado?'. No es de extrañar que se sintiera fracasado. Y que se deprimiera. Y que le pidiera a Max Brod que lo quemara todo. Estaba completamente deprimido cuando escribió su testamento. Creía que todo había sido para nada, y que era absurdo salvar aquello. Suena a suicidio. Un suicidio literario. Por un lado era un perfeccionista, y por otro, estaba desesperado. El fracaso lo había hundido.


PERTURBADOR AUTO RELATO DE UN TALENTO.

Sylvia Plath. Diarios Completos

Sylvia Plath escribió en Ariel que morir es un arte que ella hacía “extraordinariamente bien”. No exageraba: lo hizo de muchas maneras toda la vida, como poeta y como mujer, hasta el que 11 de febrero de 1963 se suicidó metiendo la cabeza en el horno. Antes, desde la adolescencia, había destilado en sus Diarios su desconsuelo, sus esperanzas, amores desesperados y más íntimos temores. Tras años de censuras y ediciones académicas, Alba publica al fin susDiarios completos, en edición de Juan Antonio Montiel y traducción de Elisenda Julibert. Se trata, explica el editor, de "un libro destinado al publico en general; es decir, lo más parecido a una autobiografía que Plath haya podido legarnos. Así, no incluimos ni excluimos nada, sino que nos concentramos en corregir errores y aclarar pasajes particularmente oscuros”. El Cultural adelanta hoy algunos de los mejores fragmentos

SILVIA PLATH

Sylvia Plath en bata en Haven House, 1952

Sentí que estaba replicando el suicidio de Virginia Woolf

Lunes por la tarde, 25 de febrero de 1957. 
Hola, hola. Ya iba siendo hora de que me sentara y apuntase algunas cosas sobre Cambridge, la gente, lo que pienso. [...] En Wellesley solía sentarme en las escaleras de la entrada y, mientras lamentaba mi inactividad, mascullaba para mis adentros: “Ah, si pudiera viajar, conocer a personas interesantes, ¡qué cosas escribiría! Los dejaría a todos pasmados”.

Ahora he vivido en Cambridge, Londres, Yorkshire, París, Niza, Múnich, Venecia, Roma, Madrid, Alicante, Benidorm. Me zumban los oídos. ¿Dónde estoy? Una novela. Empezar. Los poemas son monumentos a algunos instantes: me propongo hacer estallar las costuras de mi elaborado terceto encadenado. [...]

Estaba empezando a preocuparme la posibilidad de convertirme alegremente en una mujer práctica y aburrida: en vez de leer a Locke, por ejemplo, o de escribir… me pongo a hacer una tarta de manzana, o a estudiar The Joy of Cooking [El placer de cocinar], y a leerlo como si fuera una novela interesantísima. “¡Basta! -termino diciéndome-. Te refugiarás en la vida doméstica y te anularás lanzándote de cabeza en el cuenco de la masa de las galletas con mantequilla.” Y solo ahora he cogido el bendito diario de Virginia Woolf que, junto con varias novelas suyas, compré el sábado con Ted. Ella superó su depresión y las cartas de rechazo de Harper's (¡ni más ni menos!... ¡Y yo apenas puedo creer que también a los Grandes los rechazaran!) limpiando la cocina y luego cocinando merluza y salchichas. Bendita sea. Siento que mi vida está unida a la suya de algún modo. Me encanta Woolf [...]. Pero en el verano negro de 1953 yo sentí que estaba replicando su suicidio. Solo que yo sería incapaz de meterme en un río y ahogarme. Supongo que siempre seré excesivamente vulnerable y algo paranoica. Pero también soy condenadamente sana y resistente. Y tengo la sangre dulce como una tarta de manzana. Solo que tengo que escribir y esta semana ya me siento angustiada porque no he escrito nada últimamente. La Novela se ha convertido en una idea tan grande que me da pánico. Sin embargo, sé y siento que he vivido muchas cosas, y que precisamente por eso he acumulado tanta experiencia para mi edad; he dejado atrás la moral convencional y me he forjado mi propia moral, que consiste en el compromiso en cuerpo y alma con la fe en ser capaz de construirme una vida que merezca la pena. No obstante, no tengo otro dios que el sol.


Ted Hughes y Sylvia Plath en Yorkshire, 1956

Jamás seré capaz de escribir un buen poema

Lunes, 4 de marzo. 
Estoy en el dique seco, atascada, detenida. Una especie de parálisis mental me ha dejado congelada. Tal vez la perspectiva de tener que escribir tres trabajos en una semana y de tener que leer y releer un montón de literatura inglesa en menos de tres meses me ha dejado completamente anonadada e idiotizada.Como si fuera posible escapar a fuerza de insensibilizarse y empecinándose en no hacer nada. Todo parece detenido, ¿qué ocurre?

No llega correo, no me han publicado nada desde principios de octubre y ¡he mandado montones de poemas y cuentos! Por no hablar de mi libro de poemas. Ni siquiera ha llegado la carta de Ted con los detalles del premio que ganó, así que hasta del placer indirecto estoy privada. Llegan las facturas. No he escrito nada. [...] Me siento como si estuviera atada a un poste altísimo y alejado de todas partes, intentando escribir con un lápiz romo sobre algo que está más allá del horizonte. [...]

Una vez más siento la distancia que existe entre mi deseo o mis ambiciones y mis limitadas capacidades. [...] Ahora vuelvo a tener la sensación de que jamás seré capaz de escribir una historia interesante ni un buen poema, mucho menos uno malo. Todo está detenido. Los exámenes me angustian. Me he metido sola en un atolladero mental y soy incapaz de salir. ¡Cómo me encanta ir a parar siempre al mismo sitio! [...]

Me preocupa sentir envidia de Ted, de su éxito

9 de agosto.
[...] Ese es mi problema, ahora lo veo claro: salvar la distancia entre la adolescente brillante a la que le publicaron y murió a los veinte años y la adulta potencialmente talentosa y madura que empieza a escribir hacia los veinticinco. La tentación de apegarse a los antiguos recursos líricos y sentimentales es grande: la prosa pone de manifiesto cuán lejos han quedado. [...]

Ayer llegó la carta rechazando mi libro de poemas [...] Fue como si me devolvieran el cuerpo de un amante canceroso que yo ya daba por muerto y cuidadosamente sepultado bajo una corona de flores para conmemorar el pasado. Me lo devolvieron. Y sentí la tristeza de comprobar que la mitad de los poemas, los que ya había publicado, no me parecían dignos, o en dos años dejarían de parecérmelo definitivamente, tanto por la insulsa arrogancia femenina como porque son insignificantes. [...]

Lo peor de todo es que me compadezco tanto a mí misma que me preocupa sentir envidia de Ted: de su éxito, algo con lo que tendré que lidiar este otoño -además de con el trabajo- y que tendrá que hacerme feliz. Debo alegrarme de que lo haya conseguido, a pesar de tener tanta necesidad de mis propios éxitos para hacer que los dos nos sintamos mejor. Si solo uno de nosotros puede triunfar, prefiero que sea Ted: por eso pude casarme con él, porque sabía que es mejor poeta que yo y que nunca tendría que moderar mi talento, de por sí escaso, que por más que lo cultivara y trabajara tenazmente seguiría sintiendo que él es mucho mejor. Tengo que esforzarme en conseguir un estado interior estoico: mi antigua actitud de trabajar y esperar.

Sylvia Plath entrevistando a Elizabeth Bowen para la revista Mademoiselle, 26 de mayo de 1953
He tenido la suerte más aciaga: una juventud fulgurante entre los diecisiete y los veinte, y luego la desintegración y el estancamiento a pesar de esforzarme en hacer de las experiencias de mi madurez temprana un material literario.

He ido tambaleándome por ahí, lúgubre, siniestra

Martes, 5 de noviembre de 1957, por la noche
Nota breve a mí misma. Es hora de que me ocupe de mí misma. He ido tambaleándome por ahí, lúgubre, siniestra, sombría. Ahora toca construirme a mí misma, darme una columna vertebral, por más que fracase. Si consigo superar este año, por penoso que sea, habré logrado la mayor victoria de mi vida. Todas mis identidades de niña malcriada gritan para escapar ante mis clases espantosas, mi sopor e ignorancia se han manifestado públicamente entre mis antiguos profesores y mis nuevas estudiantes. Si desfalleciera, o me quedara paralizada, o suplicara lastimeramente al señor Hill diciéndole que no puedo seguir, probablemente me libraría: pero ¿cómo podría mirarme a mí misma, seguir viviendo después de hacer una cosa así? [...]

¿Qué es lo primero? Mantener la calma con Ted y no quejarme. Con él a mi lado me siento terriblemente tentada de lamentarme, de compartir mis temores y mis miserias con él. A la miseria le gusta la compañía. Pero solo consigo magnificar mis miedos cuando los veo reflejados en él [...]

Mi voz es como un aullido,¡ay! despiadado

Martes, 21 de enero de 1958
[...] estoy verde de envidia -los ojos inyectados en sangre, echo espuma por la boca- después de leer a las seis poetas seleccionadas como “las nuevas poetas de Gran Bretaña y Estados Unidos”: todas insulsas, pomposas, menos May Swenson y Adrienne Rich. En cualquier caso ninguna otra es mejor que yo ni tiene más obra publicada. Así que siento el legítimo rencor sereno de quien ha escrito mejores poemas que los que han contribuido a la reputación de otras mujeres. Esperaré hasta junio. ¿Hasta junio? Para entonces ya se me habrá oxidado la lengua...[...]

¿Cómo es mi voz? Como un aullido, ¡ay!, despiadado. Sé despiadada, por favor, que tu única moral sea la de que crecer es bueno. La fe también es buena, en el fondo también soy una puritana. Veo la nuca oscura de un desconocido cuya silueta se recorta contra la luz de la sala de estar, la franja blanca del cuello de la camisa, el suéter, los pantalones y los zapatos negros. Suspira, lee algo que no alcanzo a ver, un tablón cruje bajo sus pies. Es el individuo al que he escogido y con el que me uní para siempre.

Tal vez el remedio para el talento que languidece consista en convertirte en alguien extravagante: extravagante y aislada, aunque capaz hasta cierto punto de que la propia extravagancia no te impida alimentarte ni hablar con los que forman parte del mundo normal. [...]

Sylvia Plath, con sus hijos Frieda y Nicholas, en el jardín de Court Green, agosto de 1962

Entre los sargazos de mi imaginación

Domingo por la noche, 23 de febrero. 
Este es el vigésimo sexto 23 de febrero que he vivido: más de un cuarto de siglo de febreros, pero ¿sería capaz de rescatar un recuerdo de todos ellos y trazar la escalera de caracol que asciende (o desciende) hasta mi vida adulta? Tengo la sensación de que he vivido lo suficiente para pasar lo que me queda de vida rumiando, revisando los encuentros y reencuentros con personas locas y sanas, estúpidas y brillantes, jóvenes y ancianas, hermosas y grotescas, frías y apasionadas, pragmáticas y soñadoras, muertas y vivas. Mi caudal de días y máscaras ya es lo suficientemente copioso para pasarme años pescando, examinando los monstruos de ojos perlados, con cuernos, escamas, cubiertos de algas, que tanto, tantísimo tiempo llevan atrapados entre los sargazos de mi imaginación. Me siento aferrada a mi pasado como si fuera mi vida, tengo que convertirlo en mi ocupación en el futuro. [...]

Estados Unidos me consume, me agota

Sábado por la noche, 8 de marzo. de 1958
Hoy es una de esas noches en las que me pregunto si estoy viva o si alguna vez lo he estado. El ruido de los coches en la autopista es como una fiebre alta. Ted destemplado, desanimado e insatisfecho: “No quiero llevar esta vida: me siento atrapado”. Yo me pregunto: ¿estaríamos menos atrapados en Boston? Detesto los apartamentos y los barrios residenciales: a mí me gusta salir de casa y encontrarme directamente en medio del campo y del aire puro, libre de tubos de escape. Pero ¿qué soy yo sino una autómata pretenciosa que se escucha hablar en medio de una inmensidad de tedio, que habla a través de esa caracola que hace de altavoz y que es mi boca, soltando palabras muertas sobre la vida, el sufrimiento, la sabiduría profunda y los sacrificios rituales? [...]

Y Estados Unidos me consume, me agota. Estoy harta de Cape, de Wellesley: todo el país me parece una inmensa fila de coches en movimiento, llenos de gente hacinada [...]. Periódicamente tengo que darme un baño renovador eneste joven país vulgar, tosco, activo, exigente y competitivo; pero, en el fondo de mi alma, soy más feliz en los páramos, mi auténtico paisaje anímico son los acantilados del Mediterráneo en España, las ciudades viejas, espaciosas, llenas de historia y de encanto: París y Roma. Como todas las tardes del sábado, he dormido con el sueño resacoso y espeso del agotamiento. [...]

Estoy boquiabierta, entusiasmada, sonriendo

Viernes, 8 de agosto de 1958

Él es la transparencia del lugar en el que
está, y en sus poemas hallamos paz.

Wallace Stevens

Estoy boquiabierta, entusiasmada, sonriendo para mí misma como un gato complacido: el día se ha evaporado, casi desvanecido por completo, en la contemplación extasiada de mi poema “Una mariscadora en Rock Harbor”, quehan publicado en el número de agosto del bendito y lustroso The New Yorker (con el título en ese tipo de letra raro, un tanto arcaico, en el que llevaba ocho años soñando en ver los títulos de mis poemas y cuentos). Pero lo más extraño de todo ¡es que anoche soñé que publicaban el poema! Por suerte le conté el sueño a Ted. [...]

Anoche se me apareció Marilyn Monroe

Domingo, 4 de octubre de 1959
Anoche se me apareció Marilyn Monroe en sueños como una especie de hada madrina. Una ocasión para ella de “charlar” con su público, más o menos como sucederá con Eliot [T. S. Eliot], supongo. Yo le contaba, al borde del llanto, cuánto significaban ella y Arthur Miller para nosotros, aunque naturalmente ellos no pudieran saberlo. Ella me hacía una manicura profesional. Como yo no me había lavado el pelo, le preguntaba si conocía buenos peluqueros y le contaba que vaya donde vaya siempre acaban haciéndome un peinado horrible. Ella me invitaba a visitarla en las vacaciones navideñas y me prometía una nueva vida prometedora y floreciente.

Terminé el cuento sobre la mamá, que en realidad es un simple relato de fantasías simbólicas y espantosas. Pero esta mañana, cuando me esforzaba por salir de mi letargo, limpiar de una vez las montañas de ropa y lavarme el pelo, me he quedado sobrecogida al descubrir que en uno de los casos clínicos de Jung hay algunos que confirman ciertas imágenes de mi cuento. [...] Ahora olvida los cuentos vendibles. Escribe para recrear una atmósfera, un episodio. Si lo haces con colorido y sentimiento, se convierte en un cuento. Así que trata de recordar: los días de fiebre y agonía en Benidorm; la atmósfera, los sentimientos de entonces; la que eras [...]