10/30/2014

Dylan Thomas: la bestia, el ángel y el loco?

Dylan Thomas: la bestia, el ángel y el loco

Se cumplen cien años del nacimiento de poeta galés, autor de obras como Bajo el bosque lácteoEl mapa del amor o Retrato del artista cachorro.   ALBERTO GORDO | 27/10/2014 


Dylan Thomas
Tras el éxito inesperado de 18 poemas (1934), el escritor británico Henry Treece le preguntó a Dylan Thomas (1914-1953), entonces un apuesto muchacho de apenas veinte años, dónde estaba el secreto de su poesía. A mí no me interesa la poesía, respondió el galés, sino los poemas, y añadió una contundente verdad sobre sus alucinados versos: "Guardo una bestia, un ángel y un loco dentro de mí; mi búsqueda es saber cómo obran y mi problema es juzgarlos y vencerlos, derribarlos y elevarlos y que se expresen a sí mismos".

Esa búsqueda se tradujo en un choque feliz y violento contra la lírica inglesa de su tiempo. "Fue como un soplo de aire fresco en la poesía rígida y de corte social que se hacía entonces; era un poeta extraordinariamente joven y poderoso en un contexto histórico incierto", comenta Andrés Barba, que ha coordinado un volumen de cartas de amor del poeta. Dylan Thomas se rebeló contra los que previamente se habían rebelado contra los románticos, los mismos que, en gesto inédito, le invitaron a atravesar las pesadas puertas de su particular parnaso. "No hizo otra cosa que poner a "escuchar" a su corazón y dejarlo luego fluir en versos", ha dicho Antonio Colinas.

El triunfo de Dylan Thomas tuvo la particularidad de ser el primer encumbramiento mediático de un poeta. Su voz hipnótica sonaba a menudo en la BBC de la posguerra, y se convirtió en algo parecido a una estrella de cine cuya presencia era sentida en casas de medio mundo. Su primer libro, armado con imágenes impensables, siempre novedosas, puso la primera pica de su fama. Y ésta no dejó de crecer, aunque el poeta casi nunca obtuviese la siempre esquiva recompensa del dinero. Así deambuló, gastándose lo que tenía, por todas las tabernas de Londres, Laugharne o Nueva York. Y bebía hasta perder el sentido, como en una especie de holocausto de amor a la poesía.

Con 25 poemas conquistó a la crítica londinense y, más tarde, con El mapa del amor y Retrato del artista cachorro, conoció el triunfo en Estados Unidos. Entonces llegaron las invitaciones a lecturas y conferencias. Los locales se llenaban para escuchar su alucinada lectura de Bajo el bosque lácteo (que más tarde conocería una versión radiofónica de Andrew Sinclair, con Richard Burton y Elizabeth Taylor, que se proyecta hoy, como homenaje al poeta, en la BNE), una suerte de bosque animado galés de imágenes poderosas. Le solía acompañar Caitlin Macnamara, la mujer central en su vida. Su esposa, la madre de sus tres hijos y, a lo último, su vengativa y despechada exmujer. De ella cuentan que celebró la última borrachera de Dylan Thomas -la definitiva- como si hubiera ganado el Nobel. "La nuestra no fue sólo una historia de amor, fue también una historia de alcohol", dijo ella. Eran temibles, escandalosas sus peleas. Él se echó en brazos de otras mujeres y ella se dedicó a maldecirlo en público. "Caitlin era un mujer muy poco sensible, muy tosca y dominadora, y él, en cambio, era un alcohólico sentimental que tenía especial inclinación a despreciarse a sí mismo y una sensibilidad extraordinaria para percibir el mundo femenino", dice Barba. Thomas parece en sus cartas de amor un buen tipo, alguien a quien las mujeres quieren y desean y en quien todo el mundo busca apoyo, cariño y diversión.

Autodestrucción y leyenda

El caos es solamente aparente. Alguna vez dejó ver Dylan Thomas que sus poemas estaban perfectamente reflexionados. Había método en su locura, en esa poesía "orgiástica y orgánica" que nacía con voluntad de sacudida. Podríamos resumir que cada imagen lleva el germen de su propia destrucción. Según dijo, sentía una imagen, la "creaba" y después le aplicaba todo su rigor crítico e intelectual. "... y dejo que se genere otra imagen que contradiga a la primera, hago de la tercera imagen, generada por la conjugación de las otras dos, una cuarta imagen contradictoria y dejo, en el ámbito de los límites formales que me he impuesto, que choquen entre todas". Se ha querido ver en esas imágenes golpeándose las olas del mar de Swansea chocando violentamente contra la piedra.

Swansea es el lugar en el que Dylan Thomas nació el 27 de octubre de 1914. Hijo de una familia católica de clase media, dicen que de joven aprendió de su padre, y no necesariamente por este orden, a amar la literatura y a ser un magnífico borracho. Dejó la escuela a los dieciséis. Se encerraba durante horas a leer en la biblioteca de su casa, en la que estaban, completos, todos los grandes poetas en lengua inglesa. Leyó a Shakespeare, a Shelley, a Keats, a Byron. A todos los recitaba en voz alta y de memoria, y eso antes de su primera borrachera. En el alcohol encontró el modo perfecto de satisfacer sus pulsiones autodestructivas, como hacía con cada imagen, con cada verso de sus poemas. "La autodestrucción estaba en él, en su carácter, y sus tendencias malditas surgían de un modo perfectamente natural", dice Barba.

Cien años después de su nacimiento, la poesía de Thomas sigue en pie, aguantando el peso de su leyenda. Sus poemas habitan todavía en su voz grave y modulada, y perduran las asociaciones inauditas y la musicalidad de sus versos como un prodigio de intuición poética. Es posible que no hubiese hecho falta que un tal Robert Allen Zimmerman decidiera llamarse Bob Dylan en su honor, ni que el propio Thomas muriese de un colapso -delirium tremens- tras haberse bebido, según le manifestó, dicen, a su médico entre estertores, la heroica cifra de dieciocho whiskies seguidos

Donde una vez las aguas de tu rostro
giraron impulsadas por mis hélices, sopla tu áspero fantasma,
los muertos alzan la mirada;
donde un día asomaron el pelo los tritones
a través de tu hielo, el viento áspero navega
por la sal, la raíz, las huevas de los peces.

Donde una vez tus verdes nudos hundieron su atadura
en el cordón de la marea, allí camina ahora
el vegetal destejedor,
con tijeras filosas, empuñando el cuchillo
para cortar los canales en su origen
y derribar los frutos empapados.
Invisibles, tus mareas medidoras del tiempo
irrumpen en las camas galantes de las algas;
el alga del amor se vuelve mustia;
allí en torno a tus piedras
sombras de niños van, que desde su vacío
lloran ante el mar colmado de delfines.

Secos como la tumba, tus coloreados párpados
no serán aherrojados mientras la magia se deslice
sabia sobre el cielo y la tierra;
habrá corales en tus lechos,
habrá serpientes en tus mareas,
hasta que mueran todos nuestros juramentos del mar

(Versión de Elizabeth Azcona Cranwell)

CADÁVERES EXQUISITOS (MARTES 14 DE OCTUBRE 2014)

Les recuerdo la intención de esta técnica:

Éste es uno de los mejores "ejercicios" de la escritura colectiva, consiste en armar un poema, supeditado a una impresión  especulativa del instante, en donde cada uno de los asistentes a crearlo, debe escribir una linea inmediata, sin meditar las palabras, sin actos reflexivos. Luego dejar que la tinta bese el papel, hasta  que el escrito pase de mano en mano... Siempre en dirección poética y, aguardando las sensaciones e intuiciones extrañas, tan claras como absurdas, inteligentes como empantanadas, llegando a formar ese conjuro impregnado de voces; tan anónimas, como ciertas.

Fabio Werther


CADÁVERES EXQUISITOS (MARTES 14 DE OCTUBRE 2014).

I
El cielo y la tierra se confunden en la lluvia veraniega
Fantásticos olores del mendigo demente
Y Salió sin mirar el horizonte que le entregaba un camino
Ausente, intransitable
Estrellas en la niebla la tarde se mantiene
En medio de la incertidumbre
Un Danubio azul resuena dentro del ser
Noches salvajes desgarrando la luna en sobredosis de humo
Y besos rotos
Viene de un mar de labios, arboles, pájaros o sombras
El valor del dinero está en su escasez
Como en trizas la lluvia en la ventana es una danza infinita.
 
II

La tarde sumergida en una campana de cristal
Respira burbujas
Un hombre quiebra el silencio en tu ausencia
¡Cómo danzan la llama en la hoguera vacía!
En tu casa al atardecer la mesa está servida
de castillos
El poema carcome mis entrañas y brotan
En mis ojos cenizas viscerales
En la mesa de Arturo, el encuentro de bardos
Una espada implosiona en mitad del verso
Y entonces fue parida sin nacer el verano
Se cumplió sin luz y se fue sin mí
Oleadas de mares esteparios, oleadas de colores.


                                                      Taller Meca

10/16/2014

CADÁVERES EXQUISITOS:

CADÁVERES EXQUISITOS:  
Éste es uno de los mejores "ejercicios" de la escritura colectiva, consiste en armar un poema, supeditado a una impresión  especulativa del instante, en donde cada uno de los asistentes a crearlo, debe escribir una linea inmediata, sin meditar las palabras, sin actos reflexivos. Luego dejar que la tinta bese el papel, hasta  que el escrito pase de mano en mano... Siempre en dirección poética y, aguardando las sensaciones e intuiciones más extrañas,tan claras como absurdas, inteligentes como empantanadas, llegando a formar ese conjuro impregnado de voces; tan anónimas, como ciertas.

Fabio Werther 





CADÁVERES EXQUISITOS 4   (Taller meca)

La Tarde donde tu ausencia se hacía presente
Mostraba  la fachada de un campanario
El sol de paseo sobre ese rio
Plácida roe la noche las ascuas del aura
Aureando tu falda
Danzan las lágrimas del sol que refleja el mar en hileras
de cuerpos arqueados en desesperanzas
titila brillando ese infinito
La muerte huele a tierra roja.
Raúl. Raúl 2, Carlos, Aurora, Jorge, Jahir.

CADAVERES EXQUISITOS 5
Hagamos el amor contando delfines rosados
El rizo que acompaña lo rústico
Azules crecen las miradas de las hojas
Que endulzan mi caminar en el bosque
Bosques, himnos, falencias feroces, hervores
Noches de faros exhaustos
Tras la ventana el frenesí del árbol
Y aconsejado del diablo
Pongo punto final al poema.
Jahir, Jorge,  Aurora, Carlos, Raúl 2, Raúl.

10/06/2014

Giovanni Papini – El poema del Hombre




(De Walt Whitman)

Cambridge (Mass.), 3 de febrero.

Me llegué hasta esta Universidad para consultar a un célebre estudioso del poeta Walt Whitman. Entre los manuscritos inéditos que hay en mi colección figura el primer esbozo de un desconocido poema del famoso autor de Hojas de Hierba. El sinfónico vate de Manhattan, hoy en día algo relegado a la sombra, pero que según mi juicio continúa siendo la voz más potente e inspirada de la América del Norte, como él mismo lo decía, era "el poeta de lo universal". Y un día pensó en traducir en un grandioso canto la historia universal de los hombres, la dolorosa, ardua, vergonzosa y gloriosa aventura del género humano, desde los moradores de las cavernas a los redentores de continentes "Poseemos, escribe Walt Whitman en una anotación, el poema de Aquiles y de Ulises, de Eneas y de César, de Tristán y de Orlando, de Sigfrido y del Cid, pero hasta ahora ninguno ha cantado el poema del Hombre, del hombre en todas las tierras y de todas las épocas, del que venció en milenios de gestas, a sus grandes guerras, desde la guerra contra la naturaleza hasta la guerra contra sí mismo. Cantaré la epopeya que no es de un solo héroe ni de un solo pueblo, sino la de todas las naciones y de todos los hombres. Quiero ser el primero en cantar el canto de los hijos de Adán, quiero ser el Homero de la especie humana toda.

"Los historiadores, escribe Walt Whitman en otra anotación, incluso los más grandes historiadores, narran los acontecimientos de los seres humanos, así como un buen periodista describe los delitos perpetrados en la noche y las ceremonias realizadas durante el día. Son escritores diligentes, tranquilos, plácidos, fríos; no olvidan ni un nombre ni un episodio, pero olvidan lo que es más importante: las profundas pasiones y las terribles locuras de los príncipes y de la plebe, aquellas locuras que son el drama y la unidad de las historias particulares y separadas. La historia universal no es una colección de crónicas y de panoramas, es una tragedia humana y divina que se desarrolla en millares de actos, una tragedia tumultuosa y sublime con sus protagonistas y sus antagonistas, con sus apoteosis y sus catástrofes; un gigantesco poema épico en períodos de llanto y de tripudio que ha tenido un prólogo, pero todavía no ha alcanzado su epílogo."

Este manuscrito propiedad mía tiene por título El Poema del Hombre, y juzgando por el rápido sumario que tengo ante mis ojos, hubiera sido la obra más amplia y ambiciosa de Walt Whitman. En su Prólogo en el Cielo, que tan sólo por el título recuerda al Fausto de Goethe, el poeta habría querido cantar el nacimiento y la juventud de la tierra desde que se separó del sol, astillas separadas de fuego rutilante y errante, hasta que a través de transmutaciones y revoluciones se cubrió con vapores y barro, con océanos ilimitados e islas inmensas. Aquel llameante fragmento de la estrella madre llegó a ser, como lo vemos hoy en día, la habitación y el reino del hombre. La verdadera historia del planeta comienza con la aparición del hombre. Los primeros seres humanos viven en cavernas como los animales, se cubren con pieles de animales, se alimentan con carne de animales, se muerden y despedazan entre si como animales, se unen libremente como animales, pero poco a poco se elevan del medio animal, se iluminan con la inteligencia, transforman la piedra en arma, el arma en arnés, la caverna en casa y en templo, convierten el abrazo ciego en amor, el brujo se hace sacerdote, el sacerdote se convierte en monarca, los cazadores se transforman en pastores, éstos en agricultores, las primitivas hordas salvajes se reducen a tribus ordenadas, las tribus llegan a ser los pueblos y naciones. El hombre llega a ser dueño del fuego, del buey, inventa la rueda y el arado, aprende a sembrar, a pintar, ennoblece los gritos guturales convirtiéndolos en lenguaje articulado; los símbolos diseñados llegan a ser escritura inteligible. Pero el hombre debe combatir, combatir siempre, combatir eternamente. Su guerra primera se libra contra el hambre, contra las bestias, contra la naturaleza misteriosa y amenazadora, contra las tribus rivales, contra los que abusan del poder para aprovecharse de él y oprimirlo. El hombre siempre será guerrero, combatiente, héroe: deberá combatir contra los hielos y las heladas, contra las marismas y las corrientes, contra la oscuridad y el terror nocturnos, contra la selva venenosa y la furia de los mares; finalmente combatirá contra sus reyes e incluso contra sus dioses. Los hombres trazan con caminos los desiertos y las selvas, vencen y pasan las montañas, se enseñorean del viento y con los remos golpean las olas para navegar velozmente sobre los ríos y los mares, alzan pilastras de material y columnas de mármol, construyen las casas de Dios y las moradas de los monarcas, modelan en piedra las imágenes de los muertos y de los númenes, construyen las metrópolis. Pero, la guerra entre el hombre y el mundo, entre el hombre y el hombre, jamás se interrumpe, nunca cesa. Las ciudades coligadas o conquistadas se dilatan transformándose en reinos e imperios, los imperios luchan entre sí para lograr el dominio sobre las ciudades, y los reinos crecen, florecen, triunfan, decaen, se derrumban. Se levantan otros imperios que a su vez se pudren y se arruinan. El Occidente se encrespa con el Oriente, éste se lanza contra el primero, Asia contra Europa, Europa contra Africa, continente contra continente, raza contra raza, religiones contra religiones. Las migraciones de los nómadas provocan nuevas guerras, las invasiones de los bárbaros obligan a nuevas luchas, los pueblos vírgenes e incultos que se asoman por vez primera al teatro de la historia se abren camino mediante guerras. Menfis y Tebas quedan destruidas, Babilonia y Persépolis son incendiadas, Atenas y Roma se ven asediadas y saqueadas; desde el Norte y el Este acuden ríos humanos de caballeros velludos, hambrientos de trigo, de lujo y de sol, salvan los confines, cruzan los mares, someten y despojan a los antiguos señores ahora reblandecidos. Mientras tanto, los emperadores hacen asesinar y son asesinados, los nuevos reyes ordenan carnicerías y a su turno concluyen siendo sacrificados. Y a pesar de todo, a pesar de esa sangre y ese odio, de esa ferocidad y esas traiciones, los hombres sobreviven y se renuevan. Se levantan nuevas metrópolis en el lugar de las que cayeron o fueron destruidas, se hallan y reaparecen las obras maestras que yacían sepultadas, los poetas cantan las gestas de los dioses victoriosos y de los héroes vencidos, los filósofos procuran hallar la esencia del mundo y la del alma paseando a lo largo de las orillas del Iliso o en los pórticos de Atenas, coros de vírgenes y de ancianos cantan en teatros abiertos, bajo el cielo mediterráneo, lamentando la inexorabilidad del Hado, se alzan anfiteatros, curias y basílicas semejantes a moradas para cíclopes. Sobre los milagros esparcidos acá y allá se levanta ya el canto armonioso de los rapsodas, ya el resonar de las trompetas, ya el alarido de empenachados depredadores. Pero… un día, en el establo oscuro de un escondido pueblecillo, en medio de un pueblo despreciado y esclavizado, nace un nuevo Dios que con su sangre rescata al mundo, que con su palabra renueva al mundo, que con su muerte abre el horizonte hacia una nueva vida. Desgraciadamente, el manuscrito de Walt Whitman se detiene aquí, sin tener en cuenta que mi descarnado resumen le ha hecho perder lo mejor de su luminosidad. Quedan todavía algunos otros fragmentos, pero tan desligados y tan lacónicos que no es posible reconstruir el conjunto del poema que habría sido la obra maestra de un titán, y tal cual lo tengo es tan sólo la sombra de un sueño demasiado grande. ¿Habrá alguna vez en la tierra un poeta tan inspirado y heroico, capaz de retomar y llevar a término la "sinfonía inconclusa" de Walt Whitman?


En El libro negro